Análisis

El túnel de Puigdemont

Al 'expresident' y sus huestes solo les queda el recurso a la descalificación del resto. De JxCat a Nosaltres Sols, cada vez más solos, no hay gran diferencia

Torra escucha la intervención por videoconferencia de Puigdemont, en el acto inaugural del congreso fundacional del nuevo Junts per Catalunya.

Torra escucha la intervención por videoconferencia de Puigdemont, en el acto inaugural del congreso fundacional del nuevo Junts per Catalunya. / periodico

Xavier Bru de Sala

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No falta mucho para que incluso los más intrépidos y esforzados zapadores se den cuenta de que por mucho que arañen la roca, el agujero de salida del túnel, al otro lado de la montaña, se encuentra a una distancia impenetrable. Haciendo un poco de memoria, recordaremos que, según los abanderados de la casi victoria del 2017, a principios del 18 el independentismo se encontraba a poca distancia de la cumbre. Bueno, pues ahora, los que en vez de reconocer, no los dislates en la gestión post-1-O, sino su posterior error de percepción con el uso inmoderado de la metáfora del Everest, insisten en que con una temporada más de excavación a oscuras, claro que con pico y pala en vez de tuneladora, se verá por fin la luz de la independencia. Callan asimismo los 'processistes' de derechas que, temerosos de la CUP, pretendían presentarse como campeones de la prisa y la impaciencia y se ven obligados a abandonar metáforas rocambolescas como la de "estamos recogiendo sal", en referencia a una supuesta desobediencia civil creciente, llamada a volverse tsunami en un santiamén.

Pues bien, en febrero del próximo año habrán pasado más de tres desde las elecciones del 155 y seguimos allí. Si vía hay a la independencia o, aún más inverosímil, a una mejora del estatus de Catalunya, seguro que no se encuentra al final del túnel de Puigdemont. Quienes raspan en la galería lo niegan, pero acabarán por desfilar y salir por el único agujero disponible, que es el de entrada. La luz no se sabe dónde anda, pero el aire imprescindible para respirar no está allí dentro, y más vale dejar a algún colega la explotación de la metáfora del túnel sin ventilación donde los 'hiperventilats' se animan entre ellos y se conjuran a no retroceder ni un palmo, mientras se afianzan en la vana esperanza de que Europa está a punto, si no de reconocer, sí de abrir una vía de facto al ejercicio del derecho de autodeterminación de los catalanes.

Como Tarradellas, que a través de sus cartas deslegitimaba toda acción interior del catalanismo, la que finalmente propició su regreso, a Puigdemont y sus huestes solo les queda, no el convencimiento de que por su túnel se llega a la independencia , sino el recurso a la descalificación del resto. Los de ERC, por traidores. Los que se han quedado en el <strong>PDECat</strong>, porque además de seguir los pasos claudicantes de Junqueras no son capaces de empezar de cero y renunciar a la herencia de la parte más oscura del pujolismo. Y los otros, los de la CUP, porque una cosa es ser hermanos de maximalismo teórico y otra denunciarlos, ¡a ellos!, por procesistas y represores. De JxCat a Nosaltres Sols, cada vez más solos, no hay gran diferencia. Y menos que la habrá si se cumple el pronóstico derivado de la metáfora del túnel y el 14-F certifica el final de los ímprobos trabajos dirigidos por la prodigiosa inteligencia de Waterloo, prodigiosa y por ello indisoluble de la automitificación. Un final que la infructuosa presidencia de Quim Torra, animando a los del túnel mientras les aporreaba desde el confort de la Casa dels Canonges, anuncia a los cuatro vientos.

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