La moción de censura
Un cierto alivio y esperanza
La decisión de Pablo Casado de votar 'no' va a ser el test definitivo sobre su capacidad de liderazgo dentro del PP
Antón Costas
Presidente del Consejo Económico y Social de España (CES)
Antón Costas
La extrema radicalidad de las ideas, que no argumentos, y los desahogos verbales vertidos por Santiago Abascal en el debate de la moción de censura presentada por Vox contra el Gobierno de Pedro Sánchez me han traído al pensamiento una pregunta a la que en los últimos años he tratado de encontrar respuesta: ¿de dónde surge la rabia que expresa la ultraderecha y que polariza la vida política de las democracias liberales occidentales?
Pero permítanme que deje la respuesta a esta cuestión para otra ocasión y exprese hoy el sentimiento que me ha producido el desarrollo del debate y el resultado de la votación de la moción de investidura. A mí el resultado de 52 votos a favor de la moción, únicamente los de Vox, y los de de todos los demás partidos de la Cámara en contra, me ha traído un sentimiento de alivio y esperanza.
La gran novedad ha sido la posición de Pablo Casado. No solo el sentido que dio al voto de su partido, sino también por el contenido y el tono de su discurso, de abandono de la radicalidad que le conducía a competir con Vox por el apoyo de la extrema derecha. Tanto este viraje como la rápida e inteligente reacción de Pedro Sánchez anunciando la retirada del (cuestionable) proyecto de ley del Gobierno para la renovación del Consejo del Poder Judicial y el ofrecimiento para buscar un acuerdo de Estado con el PP parece abrir una pequeña ventana por la que entre una ráfaga de aire capaz de renovar el viciado ambiente de la política española.
Si además hace posible el acuerdo en las cuestiones fundamentales que afectan al normal funcionamiento de las instituciones del Estado, a la lucha contra la crisis de covid-19 y el buen uso de los fondos europeos, miel sobre hojuelas. Quizá me dejo llevar por la ilusión de un espejismo, pero estoy tan fatigado por el estéril y cansino enfrentamiento partidista que estoy predispuesto a ver briznas de esperanza.
En todo caso, la decisión de Pablo Casado va a ser el test definitivo sobre su capacidad de liderazgo dentro del PP. Lo es en la medida en que con su viraje se enfrenta a las preferencias ideológicas de muchos de sus votantes. Unos días antes de la votación, Metroscopia -una reconocida empresa española de sondeos de opinión, encuestas electorales y de posicionamiento ideológico social- publicó los resultados de una encuesta sobre las preferencias de los votantes de derecha sobre el voto del PP. Entre los votantes del PP la amplia mayoría de votantes se dividía entre quienes optaban por apoyarla (44 %) o por la abstención (39%). Solo un escaso 9 % creía que su partido debería votar 'no' a la moción de censura.
Estos datos hablan de la importancia de la actitud de Casado al tomar una decisión que no está alineada con las preferencias mayoritarias de sus votantes. Hay que recordar que entre los dirigentes del PP había muchos que se inclinaban por el 'no'. Alguno de ellos tan significados como el expresidente José María Aznar. Por lo tanto, su decisión es un test sobre la capacidad de su liderazgo para reconducir a sus militantes y votantes a posiciones de centroderecha. Un test cuyos resultados iremos conociendo las próximas semanas y meses.
El giro ideológico de Casado al abandonar la radicalidad de extrema derecha me trae a la memoria el abandono de la radicalidad de izquierdas por parte de un joven Felipe González, a la sazón secretario general del PSOE, en el 28º Congreso celebrado en mayo de 1979. En esa ocasión, González propuso a los militantes del PSOE abandonar las tesis marxistas como ideología oficial del PSOE, planteando de esa forma un órdago político. Perdió, y, no sin cierta teatralidad, renunció al cargo de secretario general.
Pero aquel día nació un líder político fundamental para el PSOE, y también para la democracia española. Solo cuatro meses después, el 29 de septiembre de 1979, el PSOE celebró un congreso extraordinario en el que se produjo un espectacular respuesta del partido al órdago del jefe, con un apoyo masivo (86% de los votos).
Sin duda, son casos “distintos y distantes”. Probablemente ni uno ni otro se encuentren cómodos con mi comparación. Solo la utilizo para señalar que esta semana Pablo Casado puso a prueba su liderazgo dentro del PP. Espero que tenga éxito. Pero, al menos de momento, mi sensación es de cierto alivio y esperanza.
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