NO SOLO FÚTBOL

Atajar la ruina

Piqué, De Jong y Lenglet, tras encajar un gol en San Mamés la temporada pasada.

Piqué, De Jong y Lenglet, tras encajar un gol en San Mamés la temporada pasada. / periodico

Josep Martí Blanch

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Del ahorro solo hablamos los tristes y los pobres, aunque los últimos solo para certificar que les queda lejos de su alcance. Los tristes, en cambio, son gente que pasa los años pensando en las estrecheces futuras que a lo mejor no llegarán nunca. Son los reyes del por si acaso. Con los años pasa que la obsesión por una hipotética penuria se agrava. Si no vigilan lo suficiente llegan a viejos convertidos en amargados abonados al malhumor. No entienden que no arribe la miseria para la que se han estado preparando mientras los demás gastaban a manos llenas visitando semanalmente restaurantes estrellados.

Como en el fútbol todo venía siendo alegría desde que empezaron a firmarse los contratos televisivos milmillonarios, los tacaños aguafiestas se extinguieron en el mundo del balón. Compañías como Mediapro descubrieron el oro de Moctezuma y el mito del Dorado se hizo realidad. El fútbol pasó de rico a riquísimo y se desató la locura de los billetes hasta los límites del absurdo. Pongamos el ejemplo más modesto: una camiseta oficial del Barça de la temporada en curso con el nombre de Messi en la espalda cuesta 160€. Alguien que gane el salario mínimo interprofesional ha de trabajar cinco días para poder costeársela. En el fútbol los perros no se atan con longanizas sino con filetes de Wagyü.

Un paréntesis sin cerrar

Con la extinción de los rácanos se esfumó la tristeza pero también la previsión. Para el fútbol dejó de ser cierto que el mañana podía ser peor que el hoy, así que no había incentivos para no hacer otra cosa que vivir al día. Tanto ganas, tanto gastas. Hasta que el bichito cerró los campos y adormeció las audiencias televisivas. Ahora toca ajustarse el cinturón. Solo que con lo rollizo que está el fútbol cuesta horrores ganarle un agujero a la correa. Los gastos siguen ahí pero los ingresos se han adentrado en un paréntesis que nadie sabe cuándo va a cerrarse.

El milagro de los panes y los peces no está al alcance de los gestores deportivos así que hay que renegociar a la baja los sueldos de los futbolistas, convertidos en la vía de agua del negocio. Aunque ponerle el cascabel al gato no va a resultar nada fácil. El Barça, por ejemplo, anda renovando jugadores como PiquéLengletDe Jong o Ter Stegen. Pero lejos de insistir en el interés deportivo de estas operaciones desde el club se presentan los contratos rubricados como una operación de ahorro porque el dinero a desembolsar tendrá un nuevo calendario y aliviará las obligaciones financieras de la presente temporada. No parece el mejor de los caminos. Porque, además de atar de pies y manos a la directiva futura, el supuesto ahorro no es más que un alargamiento de los plazos de pago.

Los ‘calimeros’ del fútbol

Nadie esperaba que llegase el momento de los calimeros al mundo del balón. Pero ahora pueden salir a reivindicarse al grito de: "¡Os avisamos que este despilfarro no podía durar!". Hay que ponerlos a trabajar. Solo ellos saben cómo hacer frente a una amenaza de ruina que es, cuesta creerlo, de lo que estamos hablando.

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