ANÁLISIS EN TIEMPO REAL

El 1x1 de una moción con sorpresa final

La fallida censura de Vox ha emponzoñado la convivencia en la derecha y ha soldado a la izquierda

Pablo Casado

Pablo Casado / JOSE LUIS ROCA

Jose Rico

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La moción de censura más fallida de la historia de la democracia ha deparado una sorpresa final que ha variado algo el balance de daños de la iniciativa de Vox. La derecha sale más fragmentada y la izquierda, más unida. Este sería el 1x1 de los principales protagonistas.

Santiago Abascal

El dardo de la moción de censura ha acabado mutando en bumerán contra quien la promovía. El líder de Vox se ha quedado solo en el Congreso, ha perdido al único compañero de viaje que todavía le dedicaba carantoñas y ha brindado al Gobierno dos fotografías balsámica en medio de los incesantes azotes de pandemia: una de cohesión interna y otra de unidad parlamentaria nunca vistas. El desvarío de su mensaje ha laminado la ínfima credibilidad que tenía como alternativa de gobierno, echando a perder las 48 horas de altavoz mediático con un compendio de mentiras tan venenosas como sencillas de desbaratar. El golpe de Pablo Casado, inesperado en su contundencia, le ha dejado noqueado al final de su 'show'.

Pablo Casado

El jefe de la oposición empezó como perdedor de una moción que se había orquestado contra él, y no contra Pedro Sánchez, pero sale del lance como vencedor moral. Para ello ha tenido que imprimir el enésimo giro a su estrategia y solemnizar en público la ruptura con Vox y, por ende, con el ala más radical del PP. El ensañamiento con Abascal le obliga ahora a ser consecuente para que su objetivo de doctorarse como líder inequívoco de la derecha sea creíble aun a riesgo de que los pactos autonómicos y municipales con los ultras puedan tambalearse. Por lo pronto, ha conseguido traumatizar a Vox y descolocar al Gobierno, obligándole a mover ficha con la reforma exprés del Poder Judicial.

Pedro Sánchez

Por defecto, si al PP le va bien un debate en el Congreso, difícilmente le habrá podido ir igual de bien al Gobierno. El presidente sabía que el examen ultra era fácil de superar, pero ha tenido que hacer más concesiones de las que esperaba. Los socialistas han pasado de la displicencia con Vox al ataque certero para neutralizar la peligrosidad de su discurso en un contexto de ingente desafección social. Más complejo le ha resultado sortear el viraje de Casado, ante el que no ha tenido más remedio que renunciar ya, en sede parlamentaria, a la endiablada reforma judicial con la que pretendía escorar al PP hacia el redil de Abascal. Aquel golpe de efecto queda enterrado y la presión del desbloqueo vuelve a estar equilibrada.

Pablo Iglesias

Un órdago de un Abascal desaforado era terreno abonado para que Podemos volviera por sus fueros, pero el vicepresidente del Gobierno ha quedado bastante desdibujado en su momento de gloria. Salió a la palestra justo después de que Casado mostrase su remozada versión de líder de la derecha y tras su intercambio de porrazos con Abascal. El jefe morado hizo lo que pudo para marcar perfil, pero su rol institucional y el nuevo rostro dialéctico del PP le encorsetaban demasiado. Su pulla a Casado de que su moderación "llega tarde" contrastó al poco tiempo con la mano tendida del presidente Sánchez.

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