La presión estética

La mirada tierna

Cuanto más nos ocupamos en 'mejorar' nuestros cuerpos y en opinar de los cuerpos de los otros menos nos fijamos en lo que de verdad importa

zentauroepp55518644 opi beard201021165624

zentauroepp55518644 opi beard201021165624 / periodico

Júlia Barceló

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

No sé muy bien cuánto peso ahora mismo porque hace más de un año que no tengo báscula. También he dejado de ponerme ropa que me sea muy incómoda y de hecho esto es un problema (para el patriarcado, no para mí, claro) porque cuando te acostumbras a la comodidad te das cuenta de que la ropa diseñada supuestamente para señora es de una poca practicidad que asusta: tejidos que aprietan, tacones que hacen daño en los pies y pocos bolsillos (es decir, la obligatoriedad de llevar siempre bolso). La mascarilla y la poca actividad social también han hecho que mi maquillaje se aburra en los cajones.

Es verdad que en este confinamiento y posterior nueva normalidad, como apenas he trabajado por la pandemia, he pensado muy poco en lo que mi cuerpo representaba para los otros.

Pero ahora toca volver a la vida laboral (aunque sea más frágil que una copa de vidrio) y con ella parece que vuelve una nueva exigencia y una nueva pregunta. ¿Mi cuerpo ha cambiado? ¿Soy más o menos atractiva para los otros?

Trabajar en chándal ante un ordenador ha resultado ser comodísimo en cuanto a la presión estética, pero ahora vuelve el miedo a los comentarios habituales, a tener que escuchar y participar en conversaciones sobre cómo nuestros cuerpos dan asco de mil maneras diferentes y cómo los tendríamos que cambiar de forma milagrosa o carísima. Y si antes escocía, ahora que estamos todavía más sensibles, imaginen... ¿Alguien tiene ganas de oír cómo sus compañeras de trabajo hablan de dieta o de cuántas horas a la semana se tendría que ir al gimnasio?

Hagámonoslo fácil, porque todo ya es bastante duro, y ya tenemos bastante con conservar el trabajo y poder pagar el alquiler y las facturas. Que esto es lo que nos tendría que mover, la absoluta desprotección ante la pérdida de derechos básicos. Que la rabia y la frustración no tendrían que venir porque los tejanos que llevábamos la temporada pasada nos van demasiado apretados, pero este es el mundo que nos hacen habitar. Hagámonoslo fácil porque cuanto más nos ocupamos en "mejorar" nuestros cuerpos y en opinar de los cuerpos de los otros, menos fijamos la mirada en lo que de verdad importa.

Si en los reencuentros fugaces de estos días dejamos de comentar cómo de bonitas estamos y preguntamos a la otra qué necesita quizás sabremos que nuestras compañeras no lo están pasando bien. Que estamos preocupadas, que tenemos miedo de lo que vendrá, angustia, que echamos de menos  a personas que ya no están, que nos necesitamos más que nunca y no sabemos cómo decirlo.

Reaprender a mirar nos hará menos cínicos y más empáticos. Sería maravilloso que esta mirada fuera profunda, penetrante y sincera y que de verdad nos preocupáramos y ocupáramos por los otros, pero de entrada propongo una cosa más sencilla. Entrenemos la mirada superficial, la de la apariencia, la que tantos prejuicios tiene. La primera mirada. La que parece fácil pero no lo es. Y para empezar os propongo no comentar nada de lo que veis, a ver qué pasa. Porque quizá si dejamos de dar valor a la apariencia de los otros aprenderemos a leernos también con más ternura y podremos abrazarnos con la mirada, ya que no lo podemos hacer con los brazos.

Suscríbete para seguir leyendo