Análisis

Moción contra sí mismo

El resultado ha sido, en su presentación y desarrollo, un espectáculo delirante , crispante , atemorizador, muy muy de ultraderecha

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Javier Aroca

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Los más optimistas  del lugar averiguaban en la moción  de censura de la extrema derecha una suerte de intento de reagrupación de las derechas, a manera de melé, tras aquella otra informal en la plaza de Colón. En definitiva, una 'performance' para que al frente de la fragmentación de despropósitos de las derechas se situara el “depredador de valores”, Santiago Abascal, en palabras del candidato a ser censurado, Pedro Sánchez.

Otros, más prácticos, afirmaban que la moción de censura, en verdad, era contra el propio Pablo Casado , con el mismo motivo: liderar el trío de las derechas.

Da igual la intención, el resultado ha sido, en su presentación y desarrollo, un espectáculo delirante, crispante, atemorizador, muy muy de ultraderecha, con las excentricidades a las que nos tiene acostumbrados Donald Trump. Virus chino, Soros, narcodictaduras, ilegitimidad, Venezuela, más españoladas tipo Gibraltar, españoles “caídos” criminalmente por covid-19, Frente Popular, ETA, 'menas', fraude electoral. Todo para decir que gobernaría poco, y sin programa, al parecer, para convocar elecciones ya y que haya un gobierno de salvación no se sabe de qué, excepto de sus obsesiones que son las de la extrema derecha. Una moción por encargo contra China parecía, a veces .

En realidad, la excentricidad y delirio del discurso han sido del todo pedagógicos. Y, por cierto, no muy lejos de algunas de las excentricidades de “la derecha tradicional”, como se ha querido referir al PP un benéfico Sánchez. Las diferencias se observaban tan solo en la distancia mobiliaria, un pasillo de  escalera, un escaño o silla curul, pero, en la praxis política cotidiana, poca diferencia entre Abascal y la muchachada de Casado.

Pero hará mal la bancada democrática en no tomar nota de algunas de las afirmaciones de la extrema derecha: están en la calle; peor, se sostienen en algunas de las instituciones del Estado; con el aerosol mediático de una prensa que no se ha salvado, tampoco.

Pedro Sánchez no ha tenido que esforzarse mucho para un barrido argumental apabullante al candidato de Vox, que seguía nadando en sus réplicas entre el falangismo, la autarquía, el delirio y el desconocimiento más absoluto de casi todo. Es una duda no exenta de contradicciones, uno se pregunta si hay que responder a este tipo de astracanadas parlamentarias, si es saludable para la 'res publica'. Es difícil, por delante está la cortesía parlamentaria y hasta la buena fe de un demócrata ante un partido que no respeta la democracia pero se vale de la Constitución, que debe ser contestado con armas distintas a las suyas, admitiéndolo entre los demócratas.

Pedro Sánchez ha entrado a responder a casi todo, en incluso en defender a la monarquía -de ellos- y otro estado de cosas más respirable y admisible en democracia en Calatalunya, poniendo juntos a Lluís Companys y Blas Infante para remendar los continuos sietes que iba dejando Abascal en las costuras  del Estado.

La  moción no ha respondido a ninguna de las previsiones porque Vox se ha hecho una censura a sí mismo que espero que hayan podido tener la paciencia de escuchar todos y cada uno de los ciudadanos del Estado. No  ha sido una pérdida de papeles, son sus papeles encima de la mesa: franquismo, fascismo barato o trumpismo de aquende.

Pedro Sánchez no iba a perder la oportunidad de responder con una goleada en el marcador. Al menos, no se ha cumplido el aforismo de Mark Twain: “Nunca discutas con un imbécil , te hace bajar a su nivel y ahí te ganará por experiencia”.

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