Análisis

El viento del miedo es estadounidense

La trama desbaratada por el FBI que pretendía secuestrar a la gobernadora de Michigan, Gretchen Whitmer, es más que un aviso

campanya trump

campanya trump / periodico

Alfonso Armada

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Una de las grandes virtudes del Nobel de Literatura es que cuando acierta nos descubre poetas que no hubiéramos leído nunca. Ocurrió con Wislawa Szymborska. Para muchos ocurrirá con el último, la estadounidense Louise Glück. A ella le inquietaría convertirse en superventas, y que Donald Trump la leyera. No porque fuera a ensuciarse su poesía, sino porque pensaría que no había hecho bien las cosas. Que no había sido lo bastante exigente. Busco en 'Ararat' un poema que nos sirva para volver a leer las elecciones estadounidenses del próximo 3 de noviembre, en que nos jugamos más de lo que nos gustaría pensar. Extracto del poema ‘Paraíso’: “Nuestra casa era gris, el típico lugar/ que uno adquiere para sacar adelante a una familia./ Mi madre aún vive allí, completamente sola./ Cuando la soledad se le viene encima, ve la televisión.// Las casas cada vez están más juntas./ Los viejos árboles se mueren o son derribados”.

La penúltima temporada de 'Homeland' se centraba en un relato que no ha dejado de corroer el sistema. Movimientos patrióticos supuestamente libertarios que entienden que el gobierno liberal usurpa libertades ciudadanas. Las armas serían el eje del estado de alerta permanente contra la tiranía. Ahí se ve cómo determinados sectores justifican la creación de milicias populares armadas hasta los dientes. Las mismas (como los Proud Boys, a los que Trump pidió en el primer debate presidencial que dieran un paso atrás, pero que estuvieran alerta. ¿Para pasar a la acción si él decide que el resultado de las votaciones no es satisfactorio, que su derrota es inaceptable?). La trama desbaratada por el FBI que pretendía secuestrar a la gobernadora de Michigan, Gretchen Whitmer, es más que un aviso. Hay milicias armadas por todo el país, y solo falta un líder pirómano que amartille su ira contra inmigrantes, manifestantes anti-racistas y los que tienen orientaciones sexuales no ortodoxas, para que la violencia se expanda. 

Las encuestas siguen anunciando un neto triunfo del candidato demócrata gracias a la muerte por asfixia de George Floyd en Mineápolis el 25 de mayo, que ha movilizado el voto negro, así como la desilusión entre muchas mujeres de clase media que votaron a Trump al comprobar su catadura moral, amén de la pésima gestión de la pandemia, por no hablar de la militancia del voto joven, que se desentendió de Hillary Clinton y propició lo insospechado hace cuatro años.

Pero hay analistas que vislumbran escenarios lúgubres en el caso de que Biden no consiga una victoria incuestionable y Trump dedique el lapso que va de la noche electoral al juramento presidencial, el 20 de enero, a zarandear la legitimidad del sistema electoral. Eso podría propiciar que una serie de estados optaran por romper con Washington, por no imaginar una guerra civil gracias al archipiélago de supremacistas armados que beben teorías de la conspiración (el estado oculto que agita un Trump que sabe lo que supondría perder), o/y la caída de la superpotencia en una decadencia que China ya está aprovechando para convertirse en el 'hegemon' de un mundo inmanejable. Una derrota en toda regla para la democracia.

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