MIRADOR
El traje descosido de Fraga
Casado es el auténtico objetivo de la moción de censura de Vox contra Sánchez. El líder del PP, aprisionado por una tenaza, teme salir perdiendo del lance tanto si se arrima demasiado a Abascal como si reniega de él
Luis Mauri
Director adjunto
LUIS MAURI
La extrema derecha celebra su semana grande. En la moción de censura de Abascal contra Sánchez nada es lo que aparenta ser. La moción fracasará estrepitosamente, pero la derrota encierra una victoria para el jefe de Vox. El objetivo de Abascal no es arañar en el Congreso ni un voto más que los 52 de su grupo. No lo tendrá, lo sabe desde el primer día. Su propósito es otro: refrendar y ampliar su <strong>liderazgo ultramontano</strong> a expensas del PP. Afianzar su posición como tercera fuerza y preparar el asalto a la segunda.
En realidad, la censura de Vox no va contra Sánchez, sino contra un Casado caricaturescamente inseguro: teme salir perdiendo tanto si se arrima demasiado a Abascal como si reniega de él. Casado está aprisionado por una tenaza. A diferencia de la derecha alemana o la francesa, la española nunca ha hecho cruz y raya con el franquismo ni con el neofascismo. En España, hoy es impensable el golpe de principios y dignidad políticos con el que Merkel derribó en febrero pasado al presidente de Turingia, elegido con el apoyo de los ultras, y a su propia sucesora al frente de la CDU, <strong>Kramp-Karrenbauer</strong>.
Sánchez también espera obtener un valioso rédito del envite ultra. Ni él ni Iglesias racanearán en la réplica a Abascal. El Gobierno ha preparado el lance con el propósito de que contribuya a reforzar la cohesión de su coalición, subrayar la soledad del PP si Casado no ordena el voto negativo a la moción, alejarlo del centro en cualquier caso y allanar la vía hacia los Presupuestos del Estado. Bajo todo el estruendo político, el Gobierno solo tiene por delante una batalla verdaderamente vital: las cuentas del 2021. La llave de paso de la legislatura entera.
El traje de Fraga
Hay quien atribuye a Aznar el mérito de haber logrado embutir a la extrema derecha dentro del traje democrático del PP. En realidad, esa medalla no le correspondía a él, sino a su valedor, Fraga, fundador del PP y exministro franquista. Aznar mantuvo a raya al ala más autoritaria del partido durante su primer mandato como presidente del Gobierno (1996-2000), necesitado del apoyo de CiU y el PNV. Pero todo cambió a partir del 2000, cuando logró la mayoría absoluta y pudo deshacerse de las muletas nacionalistas, y sobre todo desde el 2004, cuando los conservadores, entonces ya con Rajoy a la cabeza y Aznar como urdidor, fueron defenestrados tras mentir al país sobre la autoría de la masacre terrorista del 11-M. La radicalización y la deriva populista del PP, el uso sistemático del embuste y el enconamiento como armas políticas descosieron las costuras del traje de Fraga. La extrema derecha se sentía reivindicada.
Fórmula magistral
En los años siguientes, el azote de la Gran Recesión (depauperación de las clases populares, desigualdad, desprotección, miedo y finalmente odio) y la radicalización independentista en Catalunya aportaron los ingredientes que faltaban. La fórmula magistral para la resurrección de la ultraderecha española estaba lista.
Hoy, con Vox en el podio parlamentario, Casado teme salir perdiendo tanto si se arrima demasiado a Abascal como si, por contra, completa un cordón sanitario frente a él. En la primera opción, el liderazgo de Casado quedaría en posición de subsidiariedad respecto del jefe ultra. En la segunda, se arriesgaría a causar fugas en el ala más dura de su electorado, radicalizada por el propio PP durante 20 años. Esto, además, le obligaría a resolver un asunto no baladí: el PP gobierna en Andalucía, Madrid y Murcia con el apoyo de Vox. Abascal apunta a Sánchez, pero le dispara a Casado.
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