ANÁLISIS

¿Una nueva etapa en Bolivia?

La incógnita estriba en saber si el nuevo presidente, Lucho Arce, será un dirigente vicario de Evo Morales o un verso suelto

Evo Morales y Luis Arce.

Evo Morales y Luis Arce. / periodico

Salvador Martí Puig

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Con las elecciones celebradas en Bolivia el pasado domingo (y aplazadas casi tres meses por la pandemia) se pretende cerrar un periodo de profunda inestabilidad social, económica y política que inició un año antes fruto de la anulación de unos comicios que se presumieron irregulares y que desembocaron en un golpe de Estado, en la expulsión de Evo Morales y en la llegada de la ultraconservadora Jeanine Áñez a la presidencia de la República.

En el lapso transcurrido entre las elecciones del 20 de octubre del 2019 y las actuales del 18 de noviembre han ocurrido muchas cosas en Bolivia, y es preciso tenerlas en cuenta para comprender el desenlace de los comicios del 18 de octubre. Entre los eventos críticos acontecidos en este breve lapso de tiempo quisiera destacar tres. El primero ha sido la constatación de que, a pesar de los 14 años de gobierno de Evo Morales y del MAS, persisten facciones de las <strong>Fuerzas Armadas y de las policías locales </strong>que pueden derrumbar ejecutivos electos y desatar olas de intensa represión, tal como aconteció durante los 21 días posteriores al golpe del 10 de noviembre del 2019.

El segundo ha sido darse cuenta de que el racismo clasista y reaccionario pervive entre algunos sectores de las élites del país y que sus portavoces no tienen empacho en expresarlo públicamente. La primera declaración de la presidenta interina al entrar en el Palacio de Gobierno no deja lugar a dudas. Áñez tildó a Morales y a su formación de herejes “pachamámicos”, y expuso que por fin “la Biblia volvía entrar en el Palacio Quemado”.

Y el tercero ha sido darse cuenta de cómo todo puede empeorar, si bien eso no es culpa ni de Morales ni del Ejército, sino de la pandemia del covid-19. Una pandemia que ha mostrado a todos los ciudadanos las frágiles costuras de la institucionalidad y de la economía del país y que, con más errores que aciertos, ha pretendido gestionar el Gobierno interino de Áñez.

Victoria holgada

De lo expuesto es fácil interpretar la renuncia de Áñez a concurrir en las recientes elecciones presidenciales hace justo un mes --cuando estaba claro que sufriría una severa derrota-- y la dificultad que tenían los candidatos de centro (Carlos Mesa) y de derecha (Luis Fernando Camacho) para conectar electoralmente con los sectores populares. Así las cosas, a pesar de las encuestas publicadas las semanas anteriores en las que se pronosticaban unos resultados más ajustados, la victoria del candidato de Evo Morales, Luis Arce, ha sido con holgura, haciéndose con el 52,4% de los sufragios, con una diferencia de más de 20 puntos respecto al segundo candidato en liza, Carlos Mesa (31.6%). También la formación de Evo, el MAS, ha conseguido una holgada victoria en el legislativo. Esta victoria --reconocida por la misma presidenta-- ha supuesto un elemento de estabilidad.

Ahora la gran cuestión estriba en saber cuál será el proyecto y la forma de actuar del nuevo presidente, Lucho Arce, que si bien fue ungido por Evo, aún nadie sabe si será un “presidente vicario” o un verso suelto, tal como ocurrió con Lenín Moreno después de ser elegido con el apoyo explícito de Rafael Correa.