EDIFICIOS Y SOCIEDAD

La respuesta es: nada

Los nuevos arquitectos renuncian al vedetismo de antaño y sintonizan con otra sensibilidad más delicada, cercana e integral

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Juli Capella

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La prestigiosa revista de arquitectura 'Domus' ha preguntado al arquitecto Jacques Herzog –autor junto a Pierre De Meuron del edifico azul triangular Fórum en Barcelona–, qué pueden hacer los arquitectos ante la catástrofe ambiental del covid. Su respuesta ha sido rotunda: nada. “¿En algún momento de la historia un arquitecto ha contribuido a las cuestiones fundamentales de la sociedad? Los arquitectos siempre han acompañado a los poderosos del mundo”. Y razona que, a pesar de los intentos bienintencionados, son siempre los promotores y los gobiernos quienes dibujan el territorio. “¿Quién posee el terreno? ¿Quién toma decisiones, quién concede permiso para construir?”. Y acaba lamentándose, al reconocer que sus edificios no han podido transformar socialmente los barrios y ciudades donde fueron ubicados. En Barcelona desde luego no se lució, es curioso que tengamos aquí los peores edificios de los mejores arquitectos. Y su famoso estadio olímpico 'El Nido' en Pekín, reconoce, tampoco ha sabido cuajar en la ciudad. La culpa, según él, es de los políticos “cuyo cinismo y acciones insensatas harían palidecer a los hermanos Marx”.

Su visión es decididamente anticuada y caduca: todo es culpa de los demás y nadie me entiende. Resume la actitud ególatra de un periodo donde las carcasas fueron más valoradas que los contenidos. Monas de pascua promovidas por ese poder del que abomina, pero al que nunca hizo ascos. Afortunadamente la perspectiva sobre la realidad está cambiando de forma veloz. Los nuevos arquitectos renuncian al vedetismo de antaño y sintonizan con otra sensibilidad más delicada, cercana e integral. De entrada, no aspiran a ser demiurgos sino a solucionar problemas reales. Y ahí es donde ante cualquier problemática saben qué y cómo aportar. Pero no solos, como héroes iluminados, sino tejiendo complicidades y alianzas allí donde van a dejar sus piedras erectas. La respuesta a qué podemos hacer los arquitectos es por tanto: mucho, pero poco a poco. Y sin arrogancia.

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