Opinión | Editorial

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El desfallecimiento de la Rambla

Sin apenas vecinos y convertida en un espacio extraño para el barcelonés el monocultivo ha dado paso a la parálisis

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La situación de la Rambla de Barcelona es desoladora, al borde del colapso. La crisis desencadenada por el covid-19 ha hecho mella en la vía que fue centro neurálgico de la vida ciudadana y que en los últimos años se lo había jugado prácticamente todo a una carta, la oferta dirigida a satisfacer los intereses del turismo masivo. Sin apenas vecinos y convertida en un espacio extraño para el barcelonés –hace unos años, un revelador estudio señalaba que los peatones locales se limitaban a cruzarla, mientras que eran los turistas casi los únicos que realizaban el tradicional recorrido de mar a montaña o de montaña a mar–, el monocultivo ha dado paso a la parálisis con la deserción de los visitantes a causa de la pandemia, y el consiguiente desfallecimiento de todos aquellos negocios que se basaban en él.

El desierto de la Rambla es, quizás, uno de los más evidentes de Barcelona, aunque el debate sobre esta zona viene de lejos.  El Plan de Ordenación de la Rambla, que el consistorio aprobó en junio del 2016, preveía una remodelación urbanística a fondo que aspiraba a recuperar la arteria con actuaciones radicales sobre vivienda, comercio, cultura y accesibilidad. La UTE Km-Zero, liderada por la exconcejala Itziar González, ganó el concurso internacional y, en el anteproyecto presentado en 2018, propuso repensar la Rambla desde múltiples puntos de vista, con una visión integral, participada por los vecinos, tanto arquitectónica como social.

Lo cierto es que, desde entonces, la lentitud ha presidido la evolución del programa. Se prevé aprobar el proyecto ejecutivo de la reforma urbana antes de final de año y no hay noticias sobre el proyecto estratégico. Son más de 1.600 días, como ha denunciado l<strong>a asociación Amics de la Rambla,</strong> sin unas actuaciones concretas para las que hoy hay menos medios y más urgencia. Hay dos visiones contrapuestas de la problemática. La que se agrupa en torno a los Amics, con mayoría de comerciantes, y la que reúne –SOS Rambla– a los pocos vecinos y residentes. Los primeros priorizan la reconstrucción para volver a atraer actividad, mientras que los segundos, en la línea también expresada por Itziar González, advierten contra operaciones que consideran especulativas y potenciadoras de la gentrificación.

La pandemia ha ralentizado aún más las inversiones previstas y, al mismo tiempo, ha provocado una nueva, e intensa, reflexión sobre el futuro de las Ramblas. Sin turismo, se hace más evidente que nunca la necesidad de reconvertirla en un renovado espacio de convivencia ciudadana.