Dos miradas

'Coprefuoco'

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Josep Maria Fonalleras

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Paseo por la ciudad en la primera noche sin bares, cafés ni restaurantes. No es necesario decretar ningún toque de queda: el resultado es el mismo. ¿Quién se adentra en la oscuridad sin tener cerca el cobijo de una luz amable que invita a sentarse en una mesa y beber o comer? De hecho, no hay que entrar, solo saber que están ahí, que colorean la noche dura, que civilizan la calle. Poco a poco, se van apagando los últimos reclamos, los de los comercios, los bazares o los supermercados, los interiores de las tiendas de comestibles, los escaparates. Luego, un poco más tarde, se apagarán también las bombillas del teatro y no habrá un espacio común para compartir la experiencia, sino la soledad de la habitación. "Y aquí estaremos, como en una llanura que oscurece”, mientras "ejércitos ignorantes chocan de noche", como escribía Robert Frost.

Es bella y menos arisca que "queda", la palabra que usan los italianos. 'Coprefuoco'. Era el toque que anunciaba, en la Edad Media, que se tenían que apagar los fuegos de las calles para no provocar incendios. Nos habla de la luz que nos abandona, de los pasiones que no quemarán, de las cenizas íntimas que vertemos en la hoguera.