Sin islas

¿Qué haremos sin cafés, sin bares, sin restaurantes? De hecho, hay dos factores que nos alejan del confinamiento estricto que padecimos: las escuelas y los cafés. Circunscribimos la vida entre estos parámetros. Sí, claro, podemos salir a pasear o hacer deporte, o irnos a la montaña o al mar, podemos todavía comprar una camisa o unos zapatos, pero el día a día se fundamenta en la efervescencia del griterío infantil y en la pausa que nos permiten los cafés. O los Cafés, con mayúscula, como escribe siempre Antoni Martí Monterde, el hombre que sabe más de eso y que ha descrito como nadie la importancia de estos establecimientos en la construcción de la idea de Europa. Bueno, también lo hizo Steiner, pero sin tanta intensidad.

Dice Martí Monterde que "ciertos individuos parecen buscar un lugar fuera del devenir, un cobijo donde reunir energías suficientes para el retorno a la vida, desde la vida". Refugiados en un Café. Entiendo todas las medidas (o algunas, para ser sincero: todas, no), pero esto es un elogio de cafés, bares y restaurantes más allá de la crisis sanitaria y de la desazón empresarial. Viviremos como unos náufragos en el océano, sin islas donde aferrarnos.

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