DOS MIRADAS

El huevo frito

Huevo frito

Huevo frito / periodico

Josep Maria Fonalleras

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Tengo entre manos un huevo frito metido en un plástico, en una bandeja negra, también de plástico, con la clara blanca y la yema anaranjada. La combinación de los colores es magnífica y atractiva y es un envase que se vende en los supermercados de alguna parte de este planeta. Por suerte, lo que tengo delante no es el huevo frito en cuestión sino una fotografía que me ilustra sobre el peso y sobre la cantidad de huevos fritos que hay en el paquete. Uno, en concreto.

Descubro que ya hace tiempo que se venden huevos fritos congelados, pero este que les comento podríamos afirmar que es fresco, apto para el consumo y con todos los requerimientos necesarios para ser considerado un huevo frito. No tengo claro qué debe hacerse con él, si calentarlo en el microondas o en el horno, o si pasarlo un momento por la sartén. Pertenece a la misma familia de los envases que contienen ajos pelados y cortados y a la de los plátanos envueltos en plástico, uno a uno. Ante el estupor que tengo al verlo, me recluyo ante la tele y miro 'Una noche en la ópera'. Es aquella película donde Groucho Marx no para de pedir "and two hard boiled eggs!" (y dos huevos fritos, en castellano). Puestos a ser absurdos, que hablen los clásicos.

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