Dos miradas

Hay clases

Nuevo quirófano del Hospital de Mataró

Nuevo quirófano del Hospital de Mataró / Consorci Sanitari del Maresme

Emma Riverola

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Más de cinco meses para conseguir cita con un traumatólogo, cuatro si es para realizar una ecografía ginecológica. Cinco meses para operarse unas cataratas. Ocho para intervenir unos juanetes. 52 días para operar un cáncer de páncreas, 45 para uno de piel… Y ahora imaginemos todo ese sufrimiento, toda esa inquietud en nuestro cuerpo. Noches sin dormir a causa del dolor, semanas interminables a la espera de una prueba que puede devenir una sentencia. Las listas de espera, esas que antes de la pandemia ya nos parecían insoportables, se han incrementado en Catalunya entre un 50% y un 90%. ¿De veras aún podemos hablar de sistema de bienestar?

Detrás de las listas de espera hay algo más que sufrimiento. La desigualdad más lacerante se desnuda entre sus cifras. Tener o no tener seguro privado se torna definitivo no solo para disfrutar de una mejor calidad de vida, también para defenderla. Hay un sesgo de clase evidente. Inaceptable en una sociedad que dice combatir la desigualdad. La pandemia quizá no podía preverse, pero desmantelar la sanidad pública y, de facto, promover la privada no es un accidente.