Reconstruir o reincidir

"Del alfiler al elefante", a la manera de Vázquez Montalbán

Difícilmente Pedro Sánchez resultará creíble para resolver problemas tan urgentes, globales y trascendentales para las próximas décadas si ni siquiera es capaz de metabolizar una demanda 'doméstica' democrática y pacífica

El rey Felipe VI y Pedro Sánchez

El rey Felipe VI y Pedro Sánchez / CASA DE S. M. EL REY

Joan Tardà

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Manuel Vázquez Montalbán, en el ya legendario 'Tele/eXprés', escribió durante unos años una columna, titulada 'Del alfiler al elefante', en la que a través de brillantes ejercicios deductivos analizaba la coyuntura con una mirada global suficientemente lúcida como para que la militancia democrática supiera dónde estaba el norte. El secreto radicaba en no concluir nada que no se sustentara en condiciones tan objetivas como imprescindibles de asumir si no se quería caer en la mirada corta y el partidismo estéril. En definitiva, obviar atrincheramientos dogmáticos y soltar el lastre de las rémoras del pasado. Por recientes y dolorosas que fueran.

Hace pocos días, en un debate con Xavier Domènech y Eulàlia Reguant, coincidimos en que la pandemia, aparecida cuando aún no se habían recuperado los estándares de redistribución de la riqueza anteriores a la crisis financiera de 2008, nos devolvía, multiplicados, todos los problemas anteriores. No es casual, pues, que hoy la palabra más compartida sea "reconstrucción". Inevitablemente, pues, el enfrentamiento entre el mundo conservador y el progresista debe darse en el contenido del término y con qué parámetros se ejecuta.

De entrada, la misma Unión Europea que hace pocos años puso aceite a los cojinetes de la 'troika' para imponer una inmensa devaluación interna del Estado del bienestar, ejecutada con la modificación exprés de la Constitución impulsada por Rodríguez Zapatero para hacer preeminente el pago de deuda, parece que ha aprendido la lección. Hoy Europa marca una serie de condiciones para hacer efectivos los recursos económicos destinados a la pospandemia muy racionales: digitalización, sostenibilidad e inclusión, por lo que las prioridades deben centrarse en la educación, la sanidad, las pensiones y la reforma fiscal. De entrada, nada que pueda asustar a las izquierdas.

Convendría, pues, que el Gobierno español tuviera presente algunos precedentes. En primer lugar, el relativo al despilfarro con que históricamente se habían gestionado los recursos europeos (AVE en detrimento de la red de cercanías, exclusión de zonas industrializadas, negación de ejes logísticos como el mediterráneo, etc.) y al caciquismo político con que se ha mantenido el desequilibrio fiscal y financiero (¡expolio, sí!) que sufren algunos territorios, como Valencia, las Illes Balears y Catalunya. En definitiva, en los próximos tiempos España dilucidará el rol al que aspira económicamente en el mundo capitalista global. Ahí está el paquidermo de Montalbán.

En todo caso, lo que queda por identificar es la aguja desde donde pretende enhebrar el reto. En este sentido, conviene tener presente que hasta el día de hoy, ante la comunidad internacional, los gobiernos españoles han publicitado que el conflicto de Catalunya no debía de preocuparles porque se trata de una cuestión estrictamente interna. Con todo, queda sobre la mesa una serie de incertidumbres sobre la fortaleza de estos argumentos, atendiendo a que difícilmente Pedro Sánchez resultará creíble para resolver problemas tan urgentes, globales y trascendentales para las próximas décadas si ni siquiera es capaz de metabolizar una demanda 'doméstica' democrática y pacífica como la planteada desde Catalunya.

Y los hechos avalan los interrogantes: convocatorias electorales a raudales en los últimos cuatro años, vigencia de los presupuestos del ministro Montoro, endeudamiento billonario, institución monárquica cuestionada, PIB en caída libre y liderazgo europeo en cuanto a calamidades pandémicas. Y aún añadimos: empeño en el cerco policial y judicial y policial contra el independentismo, rechazo a la amnistía y luchas cainitas en el aparato del Estado profundo. En conclusión: un Estado español que parece estar dispuesto a desaprovechar la oportunidad de una reconstrucción que lo habilite para un siglo XXI en mejores condiciones antes que convertir Catalunya en la aguja con la que hilar el futuro.

Para hacerlo posible sería necesario que el Gobierno español asumiera públicamente que la metabolización del 'procés' solo es posible si se incorporan en la negociación todas las opciones presentes en la sociedad catalana. Un mesa de diálogo que hasta ahora no ha sido posible por el atrincheramiento de Pedro Sánchez y por el tacticismo de Junts per Catalunya, que ha preferido hipotecarse el entendimiento en pro de unos supuestos intereses electorales. Una mesa de diálogo que todo parece indicar que ya no será posible hasta el día siguiente del 14-F si las fuerzas de izquierda favorables a un referéndum pactado son mayoritarias en Catalunya y si el socialismo, el de allí y Miquel Iceta desde aquí, reconocen la inevitabilidad de un referéndum pactado. Porque es imposible excluir la mayoría de catalanes que, independentistas o no, lo reclaman.

Del alfiler al elefante o dicho de otro modo: pactar los mínimos, por muy costosos que sean, para abarcar los máximos.

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