POLÍTICA VÍRICA
Madrid, museo de los horrores
En el tuétano del poder, se libra hoy una conflagración política tan perturbadora como bochornosa.Habrá que decirlo sin carminativos: una ofensiva táctica dispuesta sobre los cementerios
Luis Mauri
Director adjunto
LUIS MAURI
Madrid no es solo el doloroso epicentro de la <strong>pandemia en Europa</strong>. Madrid es algo peor. Madrid es hoy un museo de la iniquidad política. <strong>El gabinete del doctor Caligari </strong>engalanado con una guirnalda de <strong>24 banderas</strong>.
Es necesario no confundir Madrid con España, una realidad más compleja que la enérgica fuerza centrípeta del núcleo. Tampoco hay que confudirlo con los madrileños. En Madrid, el tuétano del poder, se libra hoy una conflagración política tan perturbadora como bochornosa. Una ofensiva táctica dispuesta sobre los cementerios. Habrá que decirlo así, sin carminativos. El cementerio de los fallecidos por la pandemia, de los que ni siquiera existe una contabilidad fiable, y <strong>el camposanto de la economía</strong>, donde yacen los negocios y los empleos fulminados.
La derecha española tendrá virtudes, sin duda, pero están socavadas por un vicio funesto: la concepción patrimonial del poder. No aceptó de buen grado la Transición, estigmatizó al traidor Adolfo Suárez , no se privó de <strong>conspiraciones golpistas</strong>, el propio José María Aznar abominó de la Constitución hasta que consideró más rentable empuñarla como martillo de herejes en vez de marco integrador.
La mochila de Vallecas
La derecha española incluye a la catalana, por supuesto. Ahí resuena el eco de las palabras de Marta Ferrusola, esposa de Jordi Pujol, sobre la llegada del socialista Pasqual Maragall a la Generalitat: "Es como si entran en tu casa y te encuentras los armarios revueltos; te han robado". El PP de Aznar y Mariano Rajoy y sus papistas se tiraron años jugando con la mochila de Vallecas y un estuche de Magia Borrás para intentar desacreditar la victoria de José Luis Rodríguez Zapatero.
Los antecedentes allanan el camino del entendimiento. La iniquidad no se antoja ya tan inverosímil. El PP de Pablo Casado e Isabel Díaz Ayuso (también la Generalitat del recién inhabilitado Quim Torra) ha usado la pandemia como arma de derribo contra el Gobierno progresista, al margen de criterios sanitarios. Si había estado de alarma, Pedro Sánchez invadía las comunidades. Si no lo había, se inhibía y las abandonaba. La parálisis, las contradicciones y, al fin, el impostado cálculo victimista de Ayuso frente a la <strong>intervención de Sanidad en Madrid</strong> constituyen la más relevante joya de este museo de los horrores. Fuera, hay enfermos que mueren. Y muchos sanos devorados por la crisis.
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