Al contrataque

Ayuso, la aprendiz de Trump

Déjense de historias y de cuentos de una puñetera vez y váyanse ustedes a paseo. Hacer política con el virus no es de negligentes. Es de mala gente

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Xavier Sardà

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Ayuso Jumanji. La película empieza en 1869, cuando dos chicos entierran un cofre preocupados en deshacerse de su contenido y esperando que no sea hallado nunca por nadie. Pero lo descubren.

Lo de Madrid es Jumanji. El Juego empieza felicitando al virus del covid por su éxito en la capital. Se trata de un éxito sin paliativos debido a las trifulcas atemporales entre Comunidad y Gobierno. La aprendiz de Trump Ayuso Jumanji se chiva a los jueces y se sale con la suya. El problema es que no sabe cuál es la suya. Sabe que se ha salido con la suya, pero no se acuerda de cual era 'la suya'. Los madrileños no saben si quedarse en casa o largarse de puente. La aprendiz de Trump no sabe qué decirles durante toda la mañana del viernes. Ayuso Jumanji tiene a los madrileños secuestrados un poco porque sí, que es lo peor.

Los madrileños se encuentran súbitamente con las primeras restricciones intermitentes de la historia del juego. Es el momento Jumanji por excelencia en el que Illa ya no es él, sino el abuelo de Simón. Ambos tiran los dados para comprobar si les salen los monos traviesos o el estado de alarma. Primero parece que no hay estado de alama y Ayuso se crece mirando al infinito. La aprendiz de Trump está absorta y ensimismada y como viviendo sin vivir en ella y esperando tan alta vida políticamente, que es la pera. Amén. Ayuso es adicta a la confrontación. Entre tanto los ciudadanos siguen contagiándose y muriendo. Pero esto parece ser secundario.

Al final y después de tanta negativa y obstinación, Sánchez Jumanji saca el doble seis y deja a Ayuso en estado. De alarma. Es viernes. Para Ayuso viernes de pasión. Sigue ida.

Lo triste es que no se trata de una película. Es realidad. En Madrid el PP ha suspendido la asignatura de la pandemia. Déjense de historias y de cuentos de una puñetera vez y váyanse ustedes a paseo. Hacer política con el virus no es de negligentes. Es de mala gente. Nadie se considera a sí mismo mala persona. Pero las hay. Como dice alguien, solo reluces en el mal rollo.

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