El rastro personal de los lectores
Las cosas que olvidamos en los libros
Los ejemplares de 'bookcrossing' cuentan su propia historia. ¿Qué pasó con ellos?
Ir a los puntos de intercambio de libros se ha convertido en una de mis aficiones. Puestos a elegir una ruta para dar un paseo por la ciudad, escojo siempre una que me lleve por lo menos a uno de los más de 50 que hay repartidos por todos los barrios de Fráncfort. Se trata de robustas estructuras de metal, que se pueden abrir a dos lados, con cinco estanterías en su interior y puertas de un cristal grueso que resiste viento, lluvia, nieve y también el desgaste de los usuarios. Porque su éxito es innegable. Siempre hay personas curioseando, muchas veces a ambos lados, que desarrollan coreografías tácitas para intercambiar posiciones.
En esas estanterías donde la gente deja los libros que ya no quiere para que otros se los lleven, no existe orden, ni alfabético ni por géneros ni por idiomas. Los libros conviven, a veces se apelotonan, según los van dejando allí; son vecindades aleatorias, que permiten descubrir detalles que nunca te había llamado la atención en las librerías o en tu propia biblioteca. Como, por ejemplo, que para leer los lomos de los libros alemanes siempre hay que inclinar la cabeza hacia la izquierda, mientras que los libros en inglés te hacen mover la cabeza hacia el otro lado. Como estos son los dos idiomas que más se encuentran en los 'bookcrossing' de Fráncfort, mientras vas mirando, vas haciendo a la vez ejercicio de cervicales. En castellano y en catalán hay, por lo menos en mi biblioteca, una predilección hacia la izquierda, pero algunas editoriales lo hacen al revés, así que también se puede ejercitar los músculos de la nuca en la mayoría de las librerías.
Los libros de los 'bookcrossing' cuentan su propia historia. Cómo los han leído, cómo los han guardado, dónde los han guardado. Algunos incluso llevan el nombre de sus antiguos dueños. Normalmente es una información irrelevante, pero hace unos días me llamaron la atención unos libros en catalán. Saqué un par de ellos y, al abrirlos, descubrí que conocía a su antigua dueña, que también había anotado dónde y cuándo los había comprado. Me pregunté por qué esos autores habían caído en desgracia en su biblioteca.
Pero lo mejor son las cosas que aparecen dentro.
El grandísimo cuentista Gianni Rodari proponía una técnica para crear historias que él denominó “el binomio fantástico”. ¿En qué consiste? En poner juntas dos palabras que normalmente no solemos asociar. Él proponía como ejemplo ‘perro’ y ‘armario’. Si leen la 'Gramática de la fantasía', podrán ver cuántas cosas pueden pasar con un perro y un armario.
Las cosas que la gente olvida en los libros funcionan como un binomio fantástico.
En los libros he encontrado flores secas, fotos, entradas de teatro... los recortes de prensa siempre me parecen intrigantes
Hace unos meses, por ejemplo, encontré un ejemplar de la autobiografía del actor austriaco Fritz Muliar, uno de los actores míticos del Burgtheater de Viena. Dentro del libro había una fotografía de bodas. Por la ropa y los peinados de la pareja, era de los años 70. En el reverso de la foto se podía ver que fue tomada en Praga. ¿Qué relación hay entre el libro y la pareja de la foto? ¿Por qué se deja una foto en un libro? Tal vez está escondida o perdida o, quién sabe por qué razón, degradada a punto de libro.
¿Quién dejó el anuncio de “contactos” perfectamente recortado en un libro de Capote? Románticas flores secas dentro de una de estas novelas negras que parecen cursos de carnicería humana. En los libros he encontrado entradas de teatro, de la ópera de París, de museos polacos, billetes de metro de ciudades muy lejanas, recetas de cocina, un cromo de un futbolista del Bayern, seguramente repetido. Los recortes de prensa siempre me parecen intrigantes, porque hay un interés en conservarlos por parte de la persona que los separa del resto del periódico: en un libro encontré uno sobre la noticia sobre un asesinato. ¿Por qué? ¿Simple morbo? ¿Conocía a la víctima? ¿Es el asesino? Improbable si después lo usó para marcar la página de un libro. ¿O lo escondió y olvidó? En otro aparece un papelito con un número de teléfono escrito a lápiz y un nombre. ¿Historia de amor frustrada o alguien que alquilaba habitación en un piso compartido? Hace unos días, al hojear un libro de John Irving, cayeron de su interior unos papelitos que tenían toda la pinta de ser chuletas de examen de química. Postales escritas con letra infantil a la “abuelita”, que esperan que esté bien de salud. Todo eso aparece en el interior de los libros abandonados.
¿Y qué pasó entre los autores y los destinatarios de las dedicatorias escritas en el interior? ¿Que fracaso abocó a esos libros al abandono dentro de un armario? ¿Qué falló? Porque en esos casos, definitivamente algo salió mal. ¿Por qué una Monika se habrá desprendido del libro que un Jürgen le regaló con unas palabras tan amorosas? ¿Fue cosa de Monika? ¿De Jürgen? ¿O la culpa es del libro? Tal vez Jürgen forma parte del pasado y Monika ni siquiera recordaba que el libro contenía esa dedicatoria. No lo sabré nunca y espero que Jürgen tampoco. Solo Monika sabe.
Las cosas que olvidamos en los libros son fragmentos de historias que no llegaremos a conocer. No importa, podemos inventarlas.
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