MIRADOR

Que se rindan ellos

La reconciliación exigirá un esfuerzo de planteamientos transversales e integradores cuyo recorrido será obstaculizado por los vividores del conflicto

Hemiciclo del Parlament

Hemiciclo del Parlament / DAVID ZORRAKINO (EUROPA PRESS)

Jordi Mercader

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“Abandonemos el sueño moderado de una salida basada, primero, en la rectificación general y, después, en un nuevo pacto. El conflicto catalán no tiene solución”. Lo escribió hace unos días Antoni Puigverd, en uno de sus brillantes artículos políticos, titulado con un epitafio: 'Lasciate ogni speranza'. Su diagnóstico de la deprimente coyuntura política  dominada por la intolerancia y la estulticia de la mayoría de nuestros políticos y gobernantes es crudo, realista y totalmente compartido; sin embargo su conclusión ofrece una victoria a quienes buscan la rendición del espíritu crítico; justamente los dos bloques imperantes, extraordinariamente cómodos en un proceso permanente de retroalimentación mutua, alimentado con sus errores y sus horrores.

La melancolía intelectual de Puigverd aporta una precisión casi poética al análisis político independiente, que algunos quisieran hacer pasar por neutral para descualificarlo. Es mucho más difícil tomar partido contra los dos bloques dominantes, hábiles tejedores de intransigencias y ficciones, que alinearse con alguno de ellos y gozar del aplauso de las respectivas gradas. Duele leer que “ya no es posible comentar la política con ánimo constructivo, no sirve de nada”, porque debería servir, aunque es muy comprensible el desánimo que cada uno combate como puede.

El nuevo pacto, la reconciliación, que llegará, exigirá un esfuerzo de planteamientos transversales e integradores cuyo recorrido será obstaculizado por los vividores del conflicto. La rendición no es una opción; habrá que resistir desde la elegante melancolía, la reconfortante ironía, la pedagogía inteligente o el hiriente sarcasmo a la imposición de escenarios diabólicos, sean obra policial o judicial del lado oscuro del estado vigente o alegres ficciones de los prestidigitadores del estado soñado.

Quienes tienen que asumir la derrota son ellos, los que activaron el desastre del 2017. Los que estaban en el gobierno central y no se molestaron en articular una propuesta política alternativa, limitándose a convocar a jueces, fiscales y policías; los que estaban en la Generalitat y su círculo de poder porque perdieron el mundo y la ley de vista, confundiendo a miles de catalanes con hologramas de lo que no podía ser. Todos ellos forman parte del problema,  lo agravaron o lo magnificaron, y no parece lógico que aspiren a protagonizar la solución.

Algunos fueron jubilados justificadamente por la moción de censura contra el gobierno Rajoy y difícilmente regresarán; otros, siguen injustamente en la cárcel y su liberación debería formar parte del acto de reconciliación general;y hay quien aspira a sacar ventaja política de aquel error colectivo del que él mismo es responsable. Puigverd tiene razón, nadie ha rectificado ni piensa rectificar, porque confunden la legitimidad de su proyecto con la impunidad de la estrategia para alcanzarlo, tanto da que sea la unidad de España o la instauración de la república catalana. Pero no deberíamos renunciar a la esperanza.

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