Ideas

Novela de monasterio

Justo cuando nos planteamos si es demasiado pronto para escribir una novela sobre la pandemia, el alcalde de Manlleu lo hará en tiempo real

El monasterio de Montserrat el 5 de abril, Domingo de Ramos, completamente vacío por el estado de alarma

El monasterio de Montserrat el 5 de abril, Domingo de Ramos, completamente vacío por el estado de alarma / periodico

Miqui Otero

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Ya quedó escrito en el Eclesiastés que los caminos de Dios, y los atajos para llegar a él, “son misteriosos como la senda del viento”. Por ejemplo, un día estás en la zona chill out de un restaurante de la Costa Brava más beodo que Dumbo cuando se cae en el barril de vino y poco tiempo después, te recluyes en el monasterio de Montserrat. En este caso, podríamos hablar de Aromas de Montserrat, más que de la senda del viento, para referirnos a esta historia de Àlex Garrido, alcalde de Manlleu, que después de hacerse público el vídeo de su borrachera, primero dimitió, para luego matizar esa decisión irrevocable anunciando que se iba tres días con los monjes a meditar sobre la cuestión. 

Lo extraño no es que se emborrachara (aunque es cierto que lo ha hecho en público y en tiempos de pandemia), ni siquiera que quiera meditar sobre ello en Montserrat, sino que haya anunciado que aprovechará esos días de retiro para escribir una novela donde reflexionará sobre lo sucedido. En realidad, a la novela la ha llamado “aventura literaria”, del mismo modo que lo que le sucedió podría recibir el nombre de “breve incursión en el etilismo”.

Mientras yo tecleo esta humilde columna él estará escribiendo su novela, al tiempo que reflexiona sobre si debe permanecer en el cargo. Es curioso, porque yo cuando escribo novelas no puedo ni comer al mismo tiempo pipas o me atraganto. Por otro lado, y justo cuando nos planteamos si es demasiado pronto para escribir una novela sobre la pandemia, si la novela exige cierta distancia histórica para poder darle forma literaria, él lo hará en tiempo real. Es posible que en su novela el personaje decida quedarse en el cargo antes de que el político, la persona, lo haga público en la realidad. Sería un ejemplo de lo que explicaba Laura Ferrero recientemente en un prólogo brillante, de cómo a veces las pinturas rupestres de grandes cacerías funcionaban como magia propiciatoria: no ilustraban una escena que había sucedido, sino que imaginaban lo que querían que sucediese para convocarlo.

Yo mismo me encerré más de una semana en el monasterio de Poblet para acabar mi anterior novela. La primera noche acabé en un 'ofici de tenebres', la última ceremonia de la jornada, imitando a ciegas y con 'delay', como un novato en una clase de aerobic, los movimientos y cánticos de los monjes. Comía con los “hermanos” en ese refectorio del siglo XII, donde debíamos guardar silencio hasta para pedir la sal, mientras un monje cisterciense leía desde un púlpito vidas de santos (era como cenar con un audiolibro de 'Juego de tronos'). Yo pensaba que nadie me veía, hasta que el último día un monje me cogió del codo para ampararse en la oscuridad de un recodo del claustro e informarme de que me habían apodado como “el huésped despistado”. Pasaba horas y horas escribiendo, así que me perdía los maitines y los laudes, pero aguardaba las vísperas como si esperara un bolazo de los Beatles reunidos solo para mí, donde me emocionaba cuando cantaban eso de “los que lloran hoy cuando siembran, reirán de alegría en la siega”. Y cuando cantaba ese verso, pensaba en mi novela, aunque en todos esos días apenas pude añadirle algunos capítulos y revisar otros. 

Que en tres días el alcalde decida su futuro político y escriba (o encarrile) una novela sobre lo que le está sucediendo no dice tanto de la privacidad o la ejemplaridad de los cargos políticos, ni de otras reflexiones moralistas, como de cómo se percibe esto de escribir e inventarse vidas. Aunque nunca se sabe: “Yahvé escribe recto con renglones torcidos” y quizás de esta historia salga una gran novela, la escriba su protagonista o no.