Respeto a la privacidad

El alcalde de Manlleu

Hay motivos mucho más poderosos para censurar al miserable que grabó a Àlex Garrido en un momento de extrema debilidad y que se aprovechó de esa circunstancia para tratar de avergonzarlo

Àlex Garrido, en Manlleu, el pasado 23 de septiembre.

Àlex Garrido, en Manlleu, el pasado 23 de septiembre. / periodico

Sergi Sol

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Todo apunta a que el alcalde de Manlleu, el republicano Àlex Garrido, va a reconsiderar su decisión de dimitir tras difundirse unas imágenes donde aparecía en claro <strong>estado de embriaguez</strong>.

Así se vislumbra, dado el vuelco de la situación y a tenor de que su partido, ERC, ha rechazado de plano que se utilice la vida privada de una persona para destruirla. El apoyo explícito de muchos vecinos que secundaron una manifestación para pedirle que no dimitiese prueba que le tienen cariño y parecen haber revitalizado el ánimo de un hombre absolutamente humillado que sentía haber tocado fondo. Casi tanto como ese día de verano en que agarró tal cogorza que no se tenía en pie.

La resaca debió ser espantosa. Como las de tantos. Pero nada comparado con el calvario que le ha hecho pasar el desaprensivo que le grabó tras abandonar el local de ocio. Ahí radica el meollo del asunto que abre un debate muy trascendente sobre la privacidad. Esto es, el recurso a la difusión de imágenes de la vida privada de una persona para menoscabar su reputación. O tal vez para arruinarla de por vida. Como ese habitual guión de película de estudiantes donde una joven (casi siempre se trata de mujeres) se deja llevar por la pasión mientras es grabada. Para luego ser vejada con la difusión de la grabación. Caso de ocurrir a un ser querido, ¿Cómo reaccionaríamos?

Alguien podría objetar que no es lo mismo porqué Àlex Garrido, por joven que aún se sienta, es alcalde y como tal debe tener una vida ejemplar. Pero eso es tanto como pretender que se debe llevar una vida de santo para ser alcalde. Aunque en los monasterios el vino corría por doquier. Y aunque ese es solo un aspecto parcial a considerar, hay motivos mucho más poderosos para censurar -por encima de todo- al miserable que le grabó en un momento de extrema debilidad y que se aprovechó de esa circunstancia para tratar de avergonzarlo ante una sociedad voraz que se escandaliza con facilidad y suma hipocresía. Emborracharte un día no te convierte en un borracho, solo en un ser voluble como todos en algún momento de nuestras vidas.

No hace tantos años, aunque tal vez más de los que quisiera admitir, solíamos salir con amigos y amigas en la movida noche de Sitges. No era raro que cuando cerraban los bares decidiéramos ir a la playa en verano a darnos un chapuzón colectivo, en pelotas. Y cuando has cerrado el último bar raro es que estés para coger un coche. Reíamos, fumábamos y algunos, en un recodo, le daban una alegría al cuerpo. Años atrás, todo estaba más oscuras y la noche y el alcohol ayudaban a quitarse toda vergüenza ¿Si alguien hubiera grabado y difundido alguna de las escenas cuál sería la actitud censurable?

Àlex debería tener presente que es alcalde y haber aprendido la lección. Pero el desliz no debería empañar su labor al frente de la alcaldía. Como sea que creo que debería seguir, aunque la escena le va a acompañar largo tiempo, que enmiende el mal trago con una dedicación al cargo más comprometida que nunca. Y llegado el momento, que le juzguen las urnas por su cometido como alcalde y no por un exceso de consumiciones, un día, en un pub.