ANÁLISIS

El doctor Koeman

Ronald Koeman saluda a Oscar la pasada semana en su partido de Liga

Ronald Koeman saluda a Oscar la pasada semana en su partido de Liga / periodico

Sònia Gelmà

Sònia Gelmà

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El desgaste llegará. Pero la figura de Koeman no ha parado de crecer desde que puso un pie en Barcelona. Pese al aura que le concedía ser el héroe de Wembley’92, su trayectoria como técnico no invitaba a la euforia. Sin embargo, ha conseguido lavar la cara de un equipo hundido, hasta el punto de recuperar algo de la esperanza perdida en este grupo de jugadores.

Es cierto que el contexto le ha permitido actuar con un margen que otros técnicos ni soñaron. El Tata Martino nos diría que como es holandés se le permite todo. Ambos llegaron tras sendas palizas futbolísticas por parte del Bayern, pero en el caso de Koeman cabe añadir un guion de escándalos que, si no fueran la realidad, serían inverosímiles. Tras la fuga fallida de Leo Messi, el adiós por la puerta de atrás de Luis Suárez y el voto de censura contra un presidente más apoyado en la historia del Barça, que el técnico haya decidido dejar atrás el 4-3-3 para utilizar un doble pivote es una nota a pie de página.

Cuando empiecen a leer críticas a ese sistema de Koeman, que verticaliza al equipo pero que pierde el balón ante rivales potentes, será una buena señal. Significará que el Barça ha recuperado sus constantes vitales, que el enfermo está a punto de ser dado de alta. Porque la expectativa apenas le daba un hilo de vida para esta temporada. El empate ante el Sevilla frena la excesiva euforia de quienes ya se veían aspirando a la Champions, pero mantiene la idea de que el Barça vuelve a ser un equipo, y no once jugadores despistados y a merced del rival.

Carácter sincero

Koeman es un doctor que ha llegado con una receta contundente, que puede traer efectos secundarios a la larga, pero eso ahora nos da igual porque dábamos al paciente por perdido. El listón ya no está situado en la excelencia futbolística, sería hasta grosero aspirar a eso después de lo vivido la pasada temporada. Al barcelonismo le basta con lo visto en las primeras jornadas de liga: esa capacidad física, intensidad y compromiso que ahora exhiben sus jugadores y que se había perdido en algún momento, no se sabe cuándo.

No hay mejor panorama para un entrenador que aquel que llega a un proyecto derruido. Ese ha sido el escenario para un Ronald Koeman que solo se preocupa por solucionar la enfermedad del paciente, y –al estilo doctor House-- le da igual si lo hace con el tacto o el mimo suficiente. Ese carácter sincero y franco se agradece desde fuera. El holandés responde a lo que se le pregunta, algo inédito en tiempos de soliloquios con el único objetivo de evitar dar titulares. Si eso se agradece o no dentro del vestuario es algo que ha dejado de preocupar, esa es la relación de fuerzas actual. El entrenador manda, el vestuario asiente.