Funambulismo
El miedo escénico de ERC
la antigua Convergència ha perdido sus siglas, pero mantiene intacta su capacidad de amedrentar a su eterno y acomplejado rival electoral.
Ernest Folch
Editor y periodista
Ernest Folch
La última ocurrencia del 'procés', como tantas otras, tiene que ver con la filología. Viendo la inminente inhabilitación del president Torra, alguien pensó que era el momento de otro funambulismo lingüístico, y se dio luz a este nuevo y casi cómico cargo de “vicepresidente en funciones de presidente” con el que se ha dejado a Pere Aragonès pasearse por todas las radios y teles del país como si fuera lo más normal del mundo. Creíamos que la función del vicepresidente era justamente ejercer de presidente cuando este, por las razones que fuera (también las injustas) cesara en su cargo. Pues no.
En uno de estos giros argumentales ya clásicos en el ‘procés’, los que hasta el minuto anterior proclamaban la importancia vital del cargo de ‘president’ y la necesidad de preservar las instituciones, han decidido degradar la Generalitat dejándola sin presidente, y vaciando sin ruborizarse toda su carga simbólica. Porque las instituciones son sagradas, pero solo cuando gobierna uno de los nuestros. A estas alturas, lo sorprendente no es que el truco haya prosperado sino que haya sido aceptado por ERC, que hasta ahora había mantenido el tipo ante los periódicos arrebatos de pureza entre el independentismo.
La explicación es sencilla: vienen elecciones, y cuando hay que votar ya se sabe que a ERC le entra a menudo un incontrolable miedo escénico, parecido al de Cruyff cuando visitaba el Bernabeu, el único momento en el que se le cruzaban los cables al mayor genio del fútbol. Y es que es compatible decir que la inhabilitación de Torra es una barbaridad con que la pancarta fue una concesión muy mal disimulada a la hipergestualidad estéril y victimista, que consiste en proclamar la revolución pero nunca en ejercerla.
Y así, de ocurrencia en ocurrencia, hasta la victoria, perdón, hasta las elecciones. La última dice de repente que la votación de febrero es en realidad otro plebiscito. ¿También se lo tragará ERC? Que sí, que en este país han cambiado muchas cosas, pero hay una que sigue igual: la antigua Convergència ha perdido sus siglas, pero mantiene intacta su capacidad de amedrentar a su eterno y acomplejado rival electoral.
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