Elecciones al rectorado de la Universitat de Barcelona

La UB del siglo XXI

Frente a la inestabilidad y la inacción, por no decir tristeza institucional, que ha presidido el último rectorado, la UB necesita contar con un equipo de gobierno fuerte y cohesionado para afrontar su transformación

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David Vallespín Pérez

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Desde su fundación en 1450, la Universidad de Barcelona se ha convertido en un referente educativo, científico y de pensamiento a escala nacional e internacional. Como país, nos podemos sentir orgullosos de que la UB, a pesar de las dificultades que nos rodean y la falta de proyecto de su último equipo rectoral, sea la primera universidad del Estado en diferentes 'rankings' internacionales. Ninguna universidad catalana puede presumir de nuestra tradición, pero también somos conscientes de que nuestro pasado y presente condiciona el futuro, pero no lo determina.

Persiguiendo nuestras ilusiones, debemos ser capaces de inventar nuestro futuro. Debemos afrontar nuestra transformación, la cual pasa por tener muy claro el modelo de universidad que la sociedad nos reclama. Una universidad públicacatalana, con proyección internacional, presencial, de calidad docente, intensiva en investigación, decidida a afrontar los retos de la transferencia y la innovación, abierta a la transformación digital, comprometida con el respeto de los objetivos de desarrollo sostenible, igualitaria, social , integradora y fuertemente implicada con la ciudad de Barcelona y su área metropolitana. 

Una universidad leal a nivel institucional, pero crítica y reivindicativa ante contextos injustos. Una universidad que sea garante de la pluralidad, la tolerancia y la democracia, así como respetuosa con la defensa de los derechos humanos universales, pero que se mantenga alejada de injerencias políticas. Una institución participativa, con autonomía efectiva y implicada, ante el desconcierto actual, en la definición de un nuevo contrato social. Una universidad centrada en las personas y que no ha de responder a los rígidos parámetros del modelo gerencial o empresarial, pero sí tomar conciencia de la dependencia recíproca entre el mundo académico y nuestro tejido productivo.

Relevo generacional y perspectiva de género

Si ponemos el acento en el personal docente e investigador, base estructural del funcionamiento y progreso de la institución, hay que centrar los esfuerzos en dignificar la plantilla mediante una política propia de profesorado que permita garantizar una auténtica carrera académica no presidida por la precariedad. Tenemos que afrontar el inaplazable relevo generacional mediante diferentes acciones de estabilización y promoción, así como solucionar la problemática de los falsos asociados e incorporar, sin más dilaciones, diferentes políticas activas presididas por la perspectiva de género.

En cuanto al personal de administración y servicios, fundamento de la diligencia y transparencia de la institución, debemos ser capaces, desde su estabilización y promoción, de diseñar una auténtica carrera horizontal y vertical, así como de reducir su elevada tasa de temporalidad. Un personal que, fruto de un ambicioso plan de formación, debe prepararse para afrontar los nuevos retos que se derivan de la calidad docente, la investigación, la transferencia y la innovación, la internacionalización y el teletrabajo. Lejos de los incumplimientos rectorales de los últimos años, hay que recuperar con el personal de administración y servicios un clima de negociación basado en la confianza recíproca y la transparencia.

Un derecho, no un privilegio

Desde la perspectiva del estudiante, presente y futuro del avance de la universidad, hay que tener muy presente que su satisfacción es una señal inequívoca de la calidad de cualquier institución de educación superior. Hay que valorizar la docencia de calidad. El acceso a la universidad pública es un derecho y no un privilegio. Fruto de la bajada de tasas y precios universitarios, la flexibilización del pago de las matrículas y la introducción y potenciación de becas salario y de conectividad, tenemos que hacer posible que ningún alumno, con capacidad, sea excluido de la educación superior en función de sus condiciones económicas y sociales o que, llegado el caso, se pueda ver afectado por la llamada brecha digital.

Frente a la inestabilidad y la inacción, por no decir tristeza institucional, que ha presidido el último rectorado de la UB, pero sin caer en proyectos vacíos de contenido que pueden poner en riesgo su estabilidad, entendemos que la Universidad de Barcelona necesita contar con un equipo de gobierno fuerte, cohesionado, capaz de ejercer su liderazgo y que sepa combinar el pragmatismo propio de la gestión diaria de la institución con la proyección de los sueños y las ilusiones de la comunidad universitaria hacia su transformación. En pleno siglo XXI, necesitamos más universidad y más UB.