En clave europea

Alemania, hegemónica y dominante en la UE

La cancillera alemana, Angela Merkel, en una reunión del Gabinete en Berlín.

La cancillera alemana, Angela Merkel, en una reunión del Gabinete en Berlín. / periodico

Eliseo Oliveras

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

La reunificación de Alemania en 1990 rompió los equilibrios políticos, económicos y demográficos existentes entre los principales estados de la Unión Europea (UE), transformando paulatinamente al país en la potencia hegemónica y dominante de Europa. Respecto a 1989, Alemania incrementó su territorio el 44% y su población el 29%. El producto interior bruto (PIB) alemán, que en la antigua Alemania Occidental era sólo ligeramente superior al de Francia, Italia y Reino Unido, fue gradualmente distanciándose y en el 2019 era un 42% superior al de Francia y casi el doble del de Italia.

El apoyo de sus socios a la reunificación se condicionó a una mayor integración política europea para anclar a Alemania en la UE. Pero la creación del euro se hizo bajo reglas alemanas, que reforzaron su ventaja competitiva frente a las otras potencias europeas. Alemania es el principal beneficiario de la unión monetaria, detalla un estudio del think tank alemán Centro de Política Europea (CEP). La creación del euro enriqueció a Alemania en 1,88 billones entre 1999 y 2017 (23.165 euros per cápita). Por el contrario, Francia e Italia se empobrecieron en 3,59 billones y 4,32 billones (55.996 y 73.605 euros per cápita). En España, la riqueza aportada por la creación del euro fue destruida a partir del 2010 con la política de austeridad y sufre un empobrecimiento de 224.000 millones (5.031 euros per cápita).

Alemania aplicó una estrategia geoeconómica para integrar a los países del Este en sus cadenas de producción industrial con fuertes inversiones que se acentuaron a partir del 2004. Esto ha convertido a estos países en dependientes económicamente de Alemania, que es el principal destino de sus exportaciones, en especial industriales.

El eje franco-alemán

Tras la reunificación y pese al desequilibrio, el eje franco-alemán siguió funcionando como motor de la integración europea gracias a la visión europeísta de los cancilleres Helmut Kohl y Gerhard Schröder. Pero, a partir de la llegada a la cancillería de Angela Merkel en noviembre del 2005, la política europea alemana se fue transformando en una política alemana para toda Europa, en la que los intereses nacionales a corto plazo primaban sobre cualquier consideración global europea. La política europea de Merkel se ha caracterizado por <em>Alemania primero</em>, señala el politólogo Daniel W. Drezner, y París ha quedado relegado a miembro aquiescente o no escuchado del eje franco-alemán.

La estrategia de Merkel alcanzó su máxima expresión con la imposición de la política de austeridad a partir del 2010, que ahogó la economía europea, disparó la desigualdad social, agravó las divisiones entre los países y favoreció el éxito electoral de la extrema derecha en el continente. A Kohl, antiguo mentor de Merkel, se le atribuye la critica "está destruyendo mi Europa" y el presidente francés, François Hollande, se estrelló ante el inmovilismo alemán. La política de austeridad y sus consiguientes recortes en sanidad han dejado a muchos países infradotados para afrontar la pandemia del coronavirus. El unilateralismo alemán y de Merkel también se puso de manifiesto durante la crisis migratoria del 2015 y la decisión de Berlín de abrir las fronteras a los refugiados sin consultar previamente a sus socios europeos, ni al Parlamento alemán.

El actual giro de Merkel ante la recesión del Covid-19, respaldando una política expansiva y la emisión de deuda europea, obedece asimismo a intereses nacionales. Alemania iba a incumplir las reglas del déficit con sus planes de reactivación, es el mayor beneficiario de la supresión del límite a los subsidios públicos a empresas, recibirá su parte de las ayudas europeas y una débil reactivación del resto de la UE lastaría su economía.

El respaldo de Alemania es indispensable para que prospere cualquier política en la UE, pero ya no es suficiente, como muestran la exitosa rebelión de Hungría, Polonia, Eslovaquia y la República checa contra el reparto de cuotas de refugiados y las condiciones impuestas por Holanda, Austria, Dinamarca, Suecia y Finlandia al plan de reactivación y al marco presupuestario 2021-2027.

A nivel geopolítico, Alemania prioriza su agenda nacional y se muestra reticente a involucrarse a nivel europeo más allá de los gestos simbólicos y las sanciones diplomáticas. Pese a las declaraciones de Merkel a favor de una UE más fuerte que asuma su destino en sus manos, Berlín se ha mostrado poco receptivo a las propuestas del presidente francés, Emmanuel Macron, para reforzar la "soberanía europea".