nómadas y viajantes

Un prestidigitador en apuros

El primer ministro británico, Boris Johnson, durante la comparecencia de este miércoles.

El primer ministro británico, Boris Johnson, durante la comparecencia de este miércoles. / periodico

Ramón Lobo

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Ha pasado solo un año desde la última conferencia nacional del Partido Conservador británico. Su lema era Get Brexit done. Eran meses de excitación nacionalista, de retorno emocional a los tiempos de la reina Victoria. La UE se había convertido en una pareja tóxica de que la que había que alejarse. Boris Johnson y compañía lanzaban guiños al emperador de EEUU, más interesado en dividir a sus aliados que en amar. Los tories vendían salud pública, escuelas y policía, una variante del grito "ley y orden".

Aquellos sueños imperiales quedaron aplastados por una pandemia que ha matado más de un millón de personas en todo en mundo y dañado gravemente la economía. El mundo de finales de 2020 es otro, pero aún no conocemos su rostro.

Tras suspender el Congreso de este año, previsto en julio, decidieron celebrarlo en octubre en Birmingham (del 2 al 7) con el fin de levantar el ánimo de la tropa y buscar un segundo aire para un Gobierno exhausto pese a gozar de mayoría absoluta. Es un congreso virtual, como la realidad en la que se ha movido Johnson estos meses.

De la negación a la UCI

Pasó de ser un negacionista, defensor de la salud de las empresas por encima de la salud de las personas, de negarse a cerrar comercios y dictar confinamientos a estar cerca de la muerte en una UCI del hospital Saint Thomas de Londres. No fue la caída del caballo de Pablo de Tarso, pero salió con una idea más precisa y personal de lo que significaba el covid-19.

Johnson, su Gobierno y su partido no han tenido una política clara para enfrentar la pandemia. Sus zigzag han logrado enfadar a casi todos. Su índice de aprobación está por los suelos: tiene el suspenso del 57% de los encuestados. Parece un Gobierno zombi pese a disponer de 365 diputados frente a los 202 de los laboristas.

Obtuvo una aplastante victoria el 12 de diciembre de 2019 sobre Jeremy Corbyn. Todo pintaba de rosa. Aquel voto masivo tenía una doble explicación: millones de personas estaban hartas del debate del Brexit, sí; Brexit, no, unido a la mala imagen de Corbyn, un socialista a la vieja usanza sin cintura. Ni siquiera supo conectar con la revuelta de los jóvenes que demandaban un segundo referéndum sobre la UE. Corbyn es otro brexiter.

A la espera de la vacuna

Todo se encuentra parado a la espera de una vacuna milagrosa. Johnson no puede ni confiar en su amigo Trump, que se halla fuera de control, y ahora con covid, cabalgando hacia una crisis mayúscula. Hay señales de advertencia, como el gravamen del 25% del whisky escocés para proteger el mercado estadounidense, y los votos en Tennesseey Kentucky.

Sitiado por sus contradicciones y cambios de política, Johnson recuperó el asunto de la UE que tantas tardes de gloria le ha dado. Su guerra tiene como objetivo hundir el acuerdo de divorcio con Bruselas, provocar pirotecnias salvadoras. El 1 de enero entrará en vigor una nueva legislación de aduanas que afectará a Irlanda del Norte y al acuerdo del brexitLa UE no ha tardado en anunciar que le llevará a los tribunales.

Johnson no es un patán aunque lo parece. Se trata de un tipo culto, divertido, inteligente, capaz de recitar en griego clásico pasajes de La Ilíada. Tiene dos amores: la cultura clásica y él mismo. Si hay que elegir, gana su ego. Vive en una estrategia de guerra permanente sin saber construir la paz.

La irrupción de China

A los tories  toriesque le han seguido hasta ahora como un Mesías se les presentan las primeras dudas sobre un futuro a medio plazo, tan feliz como se prometían hace un año.

Las reglas del mundo conocido han cambiado. Ahora mandan los autócratas y China, un carro al que se han subido Trump y el Partido Republicano que parecen haber olvidado las reglas de una democracia. Esta pandemia sin final conocido y una economía mundial en crisis, a la que no se le pueden aplicar las recetas de 2008, nos lanzan a un mundo inestable y peligroso. Se adelantan las grandes revoluciones, como la robótica, sin un plan social para paliar el impacto en el empleo y en el modo de vida

Ya no está Corbyn. Los<strong> laboristas</strong> tienen un <strong>nuevo líder, Keir Starmer</strong>, más joven, enérgico y pragmático. Johnson ha vuelto a sacar la chistera para encandilar a la audiencia.Pero ya no quedan conejos ni público en las butacas. Errores como el viaje a Grecia de su padre en julio, saltándose el confinamiento, o ahora dentro de una tienda sin mascarilla, como si estuviera por encima de la ley, tienen un coste. Esta convención virtual es un símbolo de una política virtual que cambió eficacia por espectáculo. Son tiempos de brujos cuando se necesitan rescatadores.

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