no solo fútbol

Hacerse el imbécil

Haroyan, capitán de la selección armenia, ha tardado tan solo unas horas en responder a la llamada de su país para incorporarse al Ejército en el caso de guerra contra Azerbayán

El defensa armenio Haroyan.

El defensa armenio Haroyan. / periodico

Josep Martí Blanch

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Como le ocurría al buen soldado Svejk, "a veces pienso que soy un demente. Especialmente al atardecer". Su locura crepuscular y la mía tienen raíces diferentes. Al checo le sucedía que al caer el sol ya se había bebido toda la cerveza de Praga y yo, en cambio, a esas horas no he hecho más que leer declaraciones y noticias sobre la Covid-19 y el procés. Así que su chifladura era gratificante y la mía es embarazosa. Un amigo que justifica su mala educación arguyendo que tiene el lóbulo frontal dañado me consoló hace poco a su manera: tú autodiagnóstico es equivocado. No estás loco, tan sólo eres imbécil.

Svejk no existió. Es un personaje de ficción creado en 1921 por el novelista checo Jaroslav Hasek, que encarna los valores de la picaresca más ruin. El bueno soldado Svejk, que así se llama el libro que le trajo al mundo, narra todas las triquiñuelas que utiliza este caradura para escapar del frente de la primera guerra mundial. Bonachón, pícaro, filósofo de calle y taberna. Aunque poca gente sabe quien es, Svejk decora hoy la puerta de centenares de miles de frigoríficos de todo el mundo en forma de imán-recuerdo comprado en cualquier visita turística a la capital checa. El Lazarillo de Praga sería una ajustada definición de Svejk.

Un patriota icónico

Nada que ver con Varazdot Haroyan, el capitán de la selección armenia de futbol, que ha tardado tan solo unas horas en responder a la llamada de su país para incorporarse al ejército y empuñar las armas en el caso que la guerra contra Azerbayán no pueda evitarse. Haroyan quiere compartir su suerte con la de todos sus compatriotas de entre 18 y 40 años, movilizados por el "bien de la patria y la victoria". Pero su caso, como el de todos los deportistas de élite en las guerras, merece atención particular.

Si la cosa se pone fea de verdad Haroyan no verá la primera línea de combate ni a través del telescopio. Su renuncia temporal al futbol, este año iba a jugar en la primera división griega, es una estupenda operación de relaciones públicas para el Gobierno armenio. Pero al capitán no debe pasarle nada. El patriota icónico del deporte sirve para los pósters de reclutamiento, pero hay que preservar su integridad, no sea que cualquier traspié provocase una desmoralización proporcional al entusiasmo derivado de su alistamiento.

Si a usted y a mí nos alcanzase una guerra, y estuviéramos obligados a elegir entre Svejk y Haroyan, nos saldría más a cuenta clonar para nosotros mismos el comportamiento del primero. Porque una cosa es decir que vas a la guerra y otra ir de verdad. Un futbolista de élite, aunque sea una élite de mentirijilla tratándose de futbol armenio, cumple con su deber proporcionando el titular de que va a darlo todo por la patria. Sus compatriotas, en cambio, sí estarán obligados a darlo todo en un sentido más literal.

El buen soldado Svejk consigue escapar del reclutamiento gracias a un certificado de idiota expedido por las autoridades y del que presume insistentemente cada vez que se le inquiere el motivo por el cual no lucha en el frente: "Soy un idiota oficial", responde con orgullo. Háganse los imbéciles amigos armenios. Mi amigo piensa que yo lo soy y les aseguro que no es tan difícil. Es el mejor consejo que recibirán. Olvídense por un tiempo del capitán de su selección.