La hoguera

Gente llamando a la guerra

Manifestantes armados protestan ante el Capitolio de Pensilvania, en Harrisburg.

Manifestantes armados protestan ante el Capitolio de Pensilvania, en Harrisburg. / periodico

Juan Soto Ivars

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De las memorias de Fernando Fernán Gómez impresiona su recuerdo de la primavera de 1936, cuando el Frente Popular gobernaba y la gente daba por hecho que la guerra estaba a la vuelta de la esquina. Los niños como él lo oían en la escuela, en el colmado, en la calle. Lo único que no tenían claro es cuándo llegaría el momento y con quién había que ir, pero que la guerra estaba próxima lo sabían todos.

Este 'zeitgeist' apocalíptico de la primavera del 36 se lee en casi todas las memorias de los testigos de aquel tiempo. Lo comentan los personajes retratados por Cansinos Assens en las últimas tertulias de 'La novela de un literato', el aristócrata rojo sir Peter Chalmers-Mitchell en 'Mi casa de Málaga', el despreciado Moreno Villa en 'Vida en claro', Arturo Barea en 'La forja de un rebelde', Rafael Alberti en su autobiografía, todos. Y leyéndolos siempre me pregunto lo mismo: ¿la esperaban o la estaban llamando?

Sospecho que la guerra acude allí donde la desesperanza la llama y la gente la espera con los brazos caídos; que el fatalismo compartido es tan responsable de las guerras como el encono intransigente; que cuando la gente deja de confiar en un futuro de paz en que las cosas se acabarán resolviendo de alguna forma, entonces es cuando el reptil avanza. Luego siempre es la misma historia. Cualquier detalle trivial termina desencadenando los acontecimientos, como en las malas novelas.

Últimamente leo cosas así en los comentarios de los periódicos, me lo topo en las redes sociales, me lo confían algunos amigos: proliferan los apocalípticos que no ven otra salida que una guerra a las calamidades y bloqueos del presente. Gente que dice, con resignación pasmada, que es cuestión de tiempo. Lo oigo también entre los analistas políticos de los Estados Unidos: temen que las elecciones, caldeadas por la trifulca racial y las sospechas de tongo, conduzcan a alguna clase de enfrentamiento civil armado entre milicias.

Son opiniones que tienen algo de profecía autocumplida. Cuanta más gente lo vea así, más fácil será que termine pasando.

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