Obituario

Hilari Raguer: el monje que había decido no morirse

Hilari Raguer i Suñer

Hilari Raguer i Suñer / periodico

Sergi Sol

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Joan Capdevila ‘Capi’, el diputado y veterinario de Martorell, le soltó nada más verlo: "Com que has decidit no morir-te vàries vegades, estava convençut que ens tornaríem a veure". Humor negro solo entendible entre personas que se tienen mucha confianza e infinito respeto. El Pare Hilari Raguer esbozó una sonrisa tras la máscara que dificultaba oír su voz. No es que fuera un hilo de voz. Pero se le notaba fatigado. Postrado en la silla de ruedas nos miraba insinuando una salud frágil. Solo unos días antes se había caído de bruces y a sus 93 años se había roto el fémur y se le había complicado su mala salud de hierro cardiaco-respiratoria. Llevaba unos meses saliendo poco, a causa de las restricciones en el Monasterio de Montserrat con el covid. Como en tantos otros lugares, santos o no, la pandemia ha hecho mella.

El Pare Hilari nombró a Capdevila, hace años, su veterinario personal, alguien a quien consultar cuando tenía achaques propios de la edad… y bromear sobre ello. Cabe decir que en esa última conversación, hace solo un par de semanas, el Pare Hilari se mostró resuelto; podía haberse fracturado el fémur, tenía un brazo que no podía alzar y que movía con dificultad pero dio claros síntomas de vitalidad intelectual. "Se lo he dicho al médico y me ha respondido que si me duele el brazo cuando lo subo pues que no lo suba", contaba risueño y resignado. Pese a las circunstancias, pensaba con toda claridad, expresó su opinión y escuchó nuestra propuesta, ni un ápice de senilidad.

Nuestro encuentro tuvo lugar por encargo de Oriol Junqueras, amigo personal del Pare Hilari, y el cometido era un libro contando la historia de la Iglesia catalana comprometida con la democracia y con el país al que debía su acción evangélica. No en vano el franquismo hizo un Consejo de Guerra al Pare Hilari y este era un declarado independentista, "fins el moll de l’os". Estefania Torrente, abogada de Junqueras, había recogido en el monasterio y acompañado, meses atrás, al Pare Hilari para llevarlo a la prisión de Lledoners y visitar al líder de ERC. Juntos ya habían escrito varios artículos y juntos habían decidido acometer una obra más ambiciosa. Y ese era mi cometido, ejercer de puente entre el Pare Hilari y su amigo Junqueras, para plasmar en un libro la lucha por la verdad, la libertad y la democracia, que era también la historia del Pare Hilari.

Este sábado debíamos empezar con el libro. Yo tenía que grabar una primera conversación donde nos empezara a contar su historia. Demasiado tarde. El lunes me llamó Capi y me dijo que no estaba claro si el encuentro se podría celebrar puesto que se lo habían llevado al hospital, a Manresa. Ya nos dijo el último día que no se encontraba muy bien. Aquel día, a las 18h, como buen benedictino, nos dejó, para cumplir con la regla de la oración de Vísperas. Empujando la silla de ruedas le llevé hasta el ascensor. Ahí nos despedimos, tenía que subir a la capilla. A rezar a su Dios, que igual resulta que también es el mío. A buen seguro que era el mismo de mi abuela republicana. Ella vivió en el seno de una tradición familiar anticlerical pero creía en Dios firmemente, tanto que Jesús se le aparecía en sueños y me lo contaba. Sin duda, la del Pare Hilari, era también la Iglesia de mi abuela Neus. Como ella, decidió no morirse, porque seguirá en la memoria de aquellos que sentiremos su amable compañía y su compromiso con valores limpios y aspiraciones muy altas.

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