Opinión | 'Apps' a debate
Doctora en Sociología, especializada en transformación digital e innovación social. ESADE

Liliana Arroyo
Liliana ArroyoDoctora en Sociología, especializada en transformación digital e innovación social. ESADE
Liliana Arroyo
Hasta las nubes de Tik Tok
Vigile el país o empresa que vigile, perdemos libertades. Y la razón es que hay agendas económicas e ideológicas en esta pugna por nuestra atención

EEUU prohíbe las aplicaciones chinas TikTok y WeChat a partir del domingo / periodico
Es imposible ir por la calle sin ver camisetas, gorras o mascarillas con el logo de Tik Tok. Es un fenómeno viral más allá de la pantalla, aunque hace apenas un año la conocían básicamente adolescentes que empezaron a grabarse haciendo 'playback' y coreografías. Los meses de confinamiento han sido definitivos para que las familias se hayan sumergido también en la cultura 'tiktoker'. La 'app' colecciona unas cuantas polémicas relativas a un algoritmo opaco que penaliza la diversidad, sea porque expresan opiniones contrarias al Gobierno chino, porque aparecen personas con discapacidad, minorías religiosas o prácticas que difieran del canon heteronormativo.
Ya sabemos que Trump busca cualquier excusa para seguir haciendo campaña a costa de polarizar, alejar y acusar todo lo que tenga que ver con China. La ocurrencia esta vez ha sido amenazar con prohibir la actividad de Tik Tok en el país, a no ser que cuente con socios comerciales estadounidenses. Quizá vale la pena recordar que originalmente se llamaba Musical.ly y su sede estaba en Los Ángeles. Fue en el 2018 cuando los usuarios vieron que lo que conocían como Musical.ly se convertía en Tik Tok, y la razón es que Bytedance la compró por 800 millones de dólares. Esta compañía china está en el punto de mira junto a Tencent, la propietaria de WeChat. El pretexto vuelve a ser la seguridad nacional y evitar que otro gobierno tenga acceso a los datos de su ciudadanía.
Tras el anuncio de Trump, el serial de geopolítica 2020 tiene un largo capítulo sobre la carrera empresarial para ver quién se lleva el pastel. Lo intentó <strong>Twitter</strong>, propietaria de otra aplicación de vídeos cortos (Vine) que ha caído en el olvido, pero no hubo acuerdo. Luego se postuló Microsoft, tanto en Estados Unidos como Canadá, Nueva Zelanda y Australia. Tras varias negociaciones, Bill Gates declaró molesto que el acuerdo incluía una tajada considerable para las arcas de Estados Unidos. De todos modos Bytedance rechazó su oferta. Tan solo una hora después, Oracle – en principio favorable a la Administración de Trump- anunciaba un acuerdo para convertirse en socio tecnológico. Al día siguiente se publica en el 'Financial Times' que la solución pasaría por crear una nueva empresa –Tik Tok Global– y esto recibió el <strong>beneplácito del presidente</strong>. Al parecer se añade Walmart como socio comercial, pero veremos cómo se resuelve finalmente. El plazo original terminaba el 15 de septiembre, luego se prorrogó hasta el pasado domingo, pero, horas antes de que entrara en vigor, un juez bloqueó temporalmente la prohibición de Trump.
Mientras, ¿qué ocurre en Europa? Pues también soplan ecos de espionaje: esta misma semana Facebook ha amenazado con retirarse de Europa si le prohíben la transferencia de datos de usuarios entre Europa y Estados Unidos. Podríamos quedarnos con la sensación de ser espectadores de una película mala de espionaje, con la salvedad de que lo que realmente está en juego son nuestros derechos. Incluso a pesar de la regulación de protección de datos. Es lo que Shoshana Zuboff ha bautizado como el capitalismo de la vigilancia, donde vigile el país o empresa que vigile, perdemos libertades. Y la razón es que hay agendas económicas e ideológicas en esta pugna por nuestra atención, como bien explican en el reciente documental 'The Social Dilemma'. Aunque también sea paradójico que se distribuya a través de Netflix, otra plataforma donde nada es casual. Cada detalle está ahí para doblegar nuestras voluntades de forma sutil y entretenida.
El auténtico debate social tiene que ir más allá de los datos. Primero porque la privacidad es un derecho fundamental, pero sobre todo porque lo que está en juego es nuestro presente colectivo. Hemos visto que, tal y como funcionan las grandes plataformas hoy, está afectando a los procesos electorales, a la cohesión social, a la desorientación informativa y la encapsulación en mundos redundantes, que comprometen nuestra capacidad de soñar en grande. Lo que pasa en digital es también real en sus consecuencias, y solo hay que ver cómo se están forjando autoestimas frágiles en jóvenes de todo el mundo. Con el modelo imperante, las mismas 'apps' que parecen inofensivas porque están inundadas de mascotas adorables y platos suculentos, están compitiendo para anticipar nuestros deseos. Hagamos el favor de bajar de las nubes y revisemos qué plataformas usamos y cómo, a la par que reclamamos el derecho a disponer de redes sociales constructivas. Que la competición se brinde para conectarnos de forma sana, consciente y respetuosa.
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