Opinión | Editorial

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Trump se asegura el Supremo

El mandatario está dispuesto a hacer literalmente lo que sea para judicializar la elección presidencial si las urnas le son adversas el 3 de noviembre

Trump junto a la magistrada Amy Coney Barrett, nominada para el Tribunal Supremo.

Trump junto a la magistrada Amy Coney Barrett, nominada para el Tribunal Supremo. / periodico

La decisión de Donald Trump de proponer al Senado a la jueza Amy Coney Barret, una figura del integrismo católico, para suceder a la progresista Ruth Ginsburg en el Tribunal Supremo no constituye ninguna sorpresa, sino más bien la confirmación de que el presidente está dispuesto a hacer literalmente lo que sea para judicializar la elección presidencial si las urnas le son adversas el 3 de noviembre. Si el Senado aprueba el nombramiento y se hace realidad una mayoría conservadora de seis a tres en el tribunal, Trump dispondrá teóricamente de un último atajo para, mediante el encadenamiento de recursos, lograr de los jueces lo que le hayan podido negar los electores.

La Casa Blanca ha desoído el consejo del republicanismo clásico de ofrecer el cargo a Barbara Lagoa, conservadora, pero no retardataria, y ha descartado la posibilidad de dejar la sucesión de Ginsburg en manos del vencedor de noviembre porque, además, piensa usar el nombramiento de Barret como un factor de movilización del electorado ultra. La campaña se enrarece así más allá de toda medida y convierte una vez más al Partido Republicano en un muñeco en manos de Trump, algo que alarma incluso a parte de sus votantes.