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Ante el tercer aniversario del 1-O

Es hora de abrir un diálogo que devuelva el conflicto catalán al ámbito político y que permita recuperar la confianza en las instituciones del autogobierno

Votaciones en la Escola Industrial durante el referéndum del 1-O.

Votaciones en la Escola Industrial durante el referéndum del 1-O. / FERRAN SENDRA

Esta semana se cumplirán tres años del 1 de octubre que provocó una polarización extrema del conflicto catalán. Se puede debatir sobre las responsabilidades de lo ocurrido, pero nadie pone en cuestión el alto precio que Catalunya ha pagado por abandonar las políticas de amplio consenso social que habían caracterizado a la Generalitat desde su recuperación. La sociedad catalana sufre hoy una fractura profunda. En pocos años, hemos pasado de una Catalunya donde la pertenencia de los ciudadanos a la comunidad era compatible con procedencias, ideas, lenguas, y culturas dispares, a otra donde algunos miden esta pertenencia por la adhesión a una bandera que no es la de todos y a un proyecto compartido solo por una parte de la sociedad.

Estos tres años han supuesto también un retroceso de la capacidad económica y financiera de Catalunya que pasará factura en términos de bienestar social y competitividad. Y desde el punto de vista político, el Parlament y el Govern han actuado más como instrumentos al servicio de la agitación independentista que como instituciones destinadas a legislar y gobernar en beneficio de toda la ciudadanía.

Es hora de abrir un diálogo que devuelva el conflicto al ámbito político y que permita recuperar la confianza en las instituciones del autogobierno. Un indulto a los líderes del ‘procés’ condenados sería, sin duda, una decisión de calado en ese sentido. Pese a las críticas que ha suscitado por parte de la derecha y de los propios beneficiarios, la salida de la cárcel de los presos contribuiría a destensar el clima emocional creado por las condenas y a recuperar el protagonismo de la política.

El tercer aniversario del 1-O tendrá lugar en un contexto enmarañado, tanto en Barcelona como en Madrid, que no beneficia el diálogo. La probable inhabilitación del presidente de la Generalitat, con una convocatoria electoral anticipada, la paralización del Govern por las tensiones entre sus dos socios, y la crisis provocada por la segunda ola del covid-19, constituyen más bien el escenario para una tormenta perfecta que un marco favorable a la búsqueda de soluciones pactadas. Sin embargo, solo quienes basan su política en el principio del 'cuanto peor, mejor' pueden soñar en sacarle partido al deterioro de la situación. Quienes no piensan de este modo son mayoría. Y esta mayoría debe servir de base para dar los primeros pasos hacia una solución política de un conflicto que fractura Catalunya y lastra la democracia española.