UNA INSTALACIÓN EMBLEMÁTICA

¿Por qué odian al Circuit?

Recta principal de Circuit de Catalunya.

Recta principal de Circuit de Catalunya. / periodico

Emilio Pérez de Rozas

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Es posible, sí, claro, es evidente, pero no por ello menos doloroso, que eran, son, otros tiempos. Pero, a finales de los 80, con los éxitos del motociclismo catalán, especialmente aquellos apasionantes duelos entre dos grandes como Sito Pons y Joan Garriga, el país ardía en deseos, tenía la necesidad y estaba tremendamente justificado por lo que representaba el mundo de las motos, el mundo de las carreras, el mundo del motorsport, tener un circuito permanente, un circuito de verdad, un circuito a la altura de esas necesidades y de la historia.

Por eso la Generalitat se puso en marcha en esa dirección, en octubre de 1986, cuando el Parlament instó al Govern «por unanimidad», a través de una proposición no de ley, a buscar las fórmulas necesarias para construirlo. Cuando, dos años más tarde, Sito Pons se asomó al balcón de la plaza Sant Jaume para celebrar su primer título de 250cc y arrancó de Jordi Pujol la promesa de que habría circuito, hacía ya mucho tiempo que el proyecto estaba en marcha.

Aquel proyecto, aquella inversión, aquel sueño, aquella obra contó con la inestimable ayuda e inteligencia, permanente, de Josep Lluis Vilaseca, entonces el máximo responsable del Deporte en Catalunya y el hombre, el político, el dirigente, el emprendedor que soportó todo tipo de críticas porque la obra era portentosa y costosa, pero que, en ningún momento, nunca, dejó de pelear para que su país tuviese uno de los mejores circuitos del mundo, tal y como todavía reconocen los máximos responsables de los campeonatos del mundo de F-1 y MotoGP.

El mejor escaparate

Cuando hablo de la perseverancia de Vilaseca, hablo de alguien a quien le debemos mucho y hablo, también, del RACC, pieza clave, vital, imprescindible en el éxito del Circuit. Pero, cuando hablo de la intención y determinación de Vilaseca, también debe reconocerse la decisión firme de la Generalitat de poner en pie una instalación que, durante casi 30 años, ha sido uno de los mejores escaparates para que Barcelona y Catalunya enseñen su país al mundo.

Uno tiene la sensación, no por la postura de algunos de los políticos catalanes que ahora nos gobiernan, como la alcaldesa de Barcelona o el propio president de la Generalitat, sino por algo tan sorprendente e imprevisto (¡cosas de la política! ¡cosas de los intereses políticos! ¡cosas de las elecciones que vienen!) como que, recién nombrada la nueva presidenta, Maria Teixidor, del Circuit de Catalunya, la persona que la escogió, la persona que le dijo «Maria, tu misión es darle la vuelta como un calcetín al Circuit», la consellera Àngels Chacón, fue despedida del palacio de la Generalitat y sustituida por Ramon Tremosa, lo que hizo que Teixidor se quedase colgada de la brocha, sin comerlo ni beberlo. Y, dada su honradez, anoche, por sorpresa, por Twitter, dimitió, intuyendo, sin duda, que los planes que habían trazado ella y Chacón no eran del agrado de Tremosa y/o sus jefes.

El Circuit, aunque a muchos políticos les parezca innecesario, es una instalación modelo y modélica. Y es, sobre todo, una manera de vincular el territorio a la actualidad, al presente y al futuro, sobre todo si existía, como parecía ser el caso del proyecto que Teixidor-Chacón tenían pensado, meditado y acordado, un plan para vincular la instalación y todo el polígono en el que se encuentra al mundo de la modernidad, de la movilidad, convirtiendo el Circuit en un auténtico banco de pruebas para el mundo que se nos viene encima.

Porcentaje propio

Sé que a muchos de los políticos que cuestionan la existencia del Circuit les parecerá caprichoso esto que voy a comentar, pero es así de real y, por tanto, sería muy injusto (bueno, lo está siendo) no tenerlo en cuenta. La F-1 y, cierto, algo menos MotoGP, dejan en Catalunya, según un informe de la compañía DEP Institute, 163 millones de euros en hoteles, restaurantes, espectáculos, casinos y gastos en servicios varios. Más: no hay dinero en el mundo (y mucho menos en la plaza Sant Jaume) para pagar la campaña de imagen, de publicidad, que significa estar, dos semanas al año (F-1 y MotoGP) en los televisores de 105 países, con una audiencia potencial de cientos de millones de personas.

Eso es un regalo del Circuit, a quien no se le debería computar el canon (este año gratis total) de la F-1 y MotoGP. Y, si se les imputa, provocando que sus cuentas sean deficitarias, entonces deberían (como ocurre en otros países) concederle recaudar (porque es suyo) un tanto por ciento notable de los IVAS de esos 163 millones que entran en Catalunya gracias a ese evento. Sin F-1 y sin MotoGP, esos ingresos no entrarían en Catalunya.