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La inflación de banderas

Sánchez y Díaz Ayuso han querido tapar la división de los dos grandes partidos ante la pandemia

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Joan Tapia

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Las extravagancias de los poderes inquietan. ¿Qué pretensión o qué complejo, más o menos confesable, se oculta tras ellas? Y la inflación de banderas por parte de los poderes políticos es un exceso que alerta. Indica que algo va mal.

Cuando Artur Mas abrió la campaña de CiU en el 2012 -la luego tan estigmatizada 'U' aún estaba ahí- envuelto y protegido por nueve grandes banderas catalanas, me quedé estupefacto. Le preguntaron al entonces gurú de Mas el porqué de las nueve banderas y prometió que lo explicaría al acabar la campaña. No hubo lugar porque la mayoría excepcional que pedía Mas-Moisés se tradujo en que CiU no solo no logró la mayoría excepcional (la absoluta de 68 escaños le parecía poco) sino que bajó de 62 a 50 diputados

Aquella noche fría de noviembre en el Majestic nadie preguntó al gurú por las banderas. Y Jordi Pujol -'auctoritas' nunca le faltó- tuvo que sujetar al candidato para que no tirara la toalla.

El error fue creerse en un escenario bíblico y lanzar un objetivo tan distinto al realista 'Ara convé' de su maestro en 1980. Pensar que había descubierto la sopa de ajo (el derecho a decidir) como si los catalanes no hubiéramos decidido cada cuatro años en elecciones que ganaba su partido. Pero la inflación de banderas, sentimientos y orgullos le llevaron a no admitir el error y a presumir de que CDC (la 'U' se acabó cayendo) era tanto o más independentista que ERC. Aquello condujo a la división de Catalunya, al 155 de Rajoy (y el PSOE), el juicio del Supremo... Pero Mas, forzado, ya había dado “el paso al lado” tras las plebiscitarias del 2015.

El lunes me quedé más estupefacto todavía al ver las 24 banderas (12 de España y 12 de la Comunidad de Madrid) acompañando a Pedro Sánchez e Isabel Díaz Ayuso en la sede de la Comunidad de Madrid (la antigua dirección general de Seguridad de Franco).

Pusieron más banderas que Mas. Pero en la Puerta del Sol no se soñaba con un nuevo Estado. España está ahí y además Rajoy certifica que es la nación más antigua del mundo. ¿Se firmaba entonces un 'armisticio' entre España y la Comunidad de Madrid? Quizás algo similar. Lo que se pretendía era tapar el gran error de que los dos grandes partidos españoles, el PSOE y el PP, no supieran afrontar mínimamente juntos durante el estado de alarma (e incluso luego) la pandemia más peligrosa del último siglo. 

Hacer olvidar el error, rectificando a medias (sin explicarse), y presumiendo con gran pompa de que van a trabajar juntos para que la capital no sucumba ante la segunda ola de la pandemia que azota a toda Europa. Pero más a España. Y más a Madrid.

Si las 24 banderas contribuyen a ello no habrá que volverlas a criticar. Las extravagancias, a veces, dan resultado. Pero sí hay que constatar que si Pablo Casado hubiera actuado con el mismo sentido de Estado que el PNV (que votó todos los estados de alarma), posiblemente el acto del lunes habría sido innecesario. Si Díaz Ayuso se hubiera ocupado más de los hospitales y los CAP y menos de desalojar “al okupa de la Moncloa” las cosas serían diferentes. 

Si el Estado de las autonomías hubiera funcionado con algo más de coordinación y menos emulación de poderes, ideologías, autoridades y banderas estaríamos bastante mejor. Quizás no como Alemania (que ya purgó la inflación de banderas de hace casi 100 años), pero sí que la caótica Italia, que está siendo menos afectada por esta segunda ola de la pandemia que amenaza la vida y hacienda de 37 millones de españoles. Prefieran la bandera que prefieran.

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