La gestión de la crisis del coronavirus

La canción del cobarde

Culpar a otro de los errores propios también es algo que hace muy bien el cobarde, parapetado tras una trinchera de asesores, emoticonos y teléfonos móviles

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Silvia Cruz Lapeña

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A finales de los años 60, Víctor Manuel escribió 'El cobarde', un tema sobre un chico que prefiere a su chica y gozar del monte que ir a la guerra. En las listas de éxitos patrios, sin embargo, la cobardía que ha triunfado siempre es privada, de corte canallesco y ligón, y la han cantado David Bustamente, Julio Iglesias o Chiquetete. Es decir, intérpretes de canción ligera, liviana a veces, con lo que, de alguna manera, el género dominante refleja el tipo de cobardes que hay en España.

"La discreción es lo mejor del valor", susurraba ronco y hondo Johnny Cash en 'La canción del cobarde' y escuchándolo tiene una la sensación de que, aún siendo extranjero y hablando de una guerra de otro siglo, lo que cuenta tiene mejor encaje con lo que se vive hoy y aquí que todos esos hits en español. Porque si la gallardía se mide, como cantó el de Arkansas, por la prudencia y el tacto, es fácil adivinar cómo de valientes están siendo nuestros gobernantes en una crisis que ellos mismos han calificado "sin precedentes".

Abucheos y 'show' televisivo

No hay más que ver cómo se expresan. Al contrario de lo que dice el honesto cagón de la canción que escribió Cash, "si encuentro mi agujero, estaré a salvo", en España el cobarde se exhibe ufano: luce moreno, juega a ser periodista, abuchea en el Congreso o se permite aparecer en un 'show' televisivo mientras se dirime si en la tercera comunidad autónoma más poblada de España, la de Madrid, la gente debe o no quedarse en casa para ponerle freno a una pandemia que se ha cobrado ya más de 30.000 vidas.

Culpar a otro de los errores propios también es algo que hace muy bien el cobarde, parapetado tras una trinchera de asesores, emoticonos y teléfonos móviles. De ese modo, para quien no tiene que coger el metro, ni espera en su ambulatorio volantes que nunca llegan, 'el otro' se convierte en un ser virtual, que ni siente ni sangra y si replica, no se le escucha. Suele ser un ciudadano de un barrio lejano al suyo. Habitantes que con "sus costumbres" contagian y se contagian y ponen en peligro al mundo porque aún hay quien cree que la pobreza se elige.

Lo más doloroso es que cosas así las diga alguien que ha sido elegida. "Nuestro mejor cowboy subleva, amenaza, insulta", canta Elvis Costello en su último single, 'We are all cowards now' (Todos somos cobardes ahora), en lo que parece una alusión a Donald Trump, a quien hasta sus homólogos critican pero a quien, al menos en la desfachatez, imitan.

Porque lo que la canción de Elvis Costello demuestra es que lo que hay que detrás un tuit incendiario o el insulto gratuito a un adversario es más grave de lo que queremos ver. Basta con sustituir 'cobarde' por 'culpable' que aparece en ese tema para entender que lo que se dice debería ser en un político tan importante como lo que hace. Aunque es para hacer para lo que se les elige. En algunos casos, es cierto que hay quien hace lo que sus jefes le dejan. Lo saben bien los del gremio de Costello y el ministro de Cultura, José Manuel Rodríguez Uribes, que le ha tocado lidiar con un sector destrozado que además, no es prioritario: lo demuestra que ni él pueda aclarar la contradicción que supone reducir aforo de los espacios culturales, con las consiguientes pérdidas económicas, cuando los trenes y los aviones van abarrotados.

"Al menos el emperador Nerón tenía oído para la música", dice en su canción un agrio Elvis Costello mientras en España además de reducir asientos, se suspenden conciertos, uno tras otro, y se pide a los músicos que, abocados a la miseria, sean valientes.