ANÁLISIS

Solo queda que adaptarse

El teletrabajo ha provocado la aparición de defensores y detractores en una dualidad propia de nuestro tiempo

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Jordi Damià

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El teletrabajo ha provocado la aparición de defensores y detractores en una dualidad propia de nuestro tiempo.

Entre los contrarios están los humanistas y los jefes desconfiados. Los primeros creen en la relación humana como la base del éxito en el trabajo  (La inteligencia emocional vs la dirección racional, el humanismo frente a la tecnología, el GEFE vs el JEFE...).  Los segundos piensan que si a un empleado no le vigilas, no trabaja y no produce, los del ojo del amo engorda al caballo.

Las dos posturas tienen diferentes orígenes: los primeros tienen una mayor predisposición a este tipo de perspectiva muy humanista, que sin embargo es poco realista respecto al modo en que las empresas más eficaces y productivas definen y toman sus decisiones, orientadas a objetivos y a la mejora de margen y muy competitivas. También tienen la honesta creencia de que si esta forma de trabajar no tiene en cuenta el impacto psicológico, sin contacto con otros miembros de la organización, se puede producir un sentimiento de desarraigo, de falta de sentido de pertenencia a la empresa. Hoy tenemos datos de que ese sentimiento existe e impacta en productividad y rotación.

Los desconfiados, aunque en la mayoría de casos se equivocan y la realidad lo demuestra, sí creen que el teletrabajo puede dar pie a la picaresca, a la fatiga por soledad y a una caída de productividad si no se ponen los medios para evitarlo, como el cambio en el modelo de definición de objetivos y en el estilo de dirección de la compañía.

Tres grupos

En el otro extremo tenemos a los proselitistas. Básicamente aquellos  cuyas empresas ya tenían el teletrabajo implementado o en las  que se daban todas las condiciones para hacerlo. Un colectivo compuesto por multinacionales, empresas digitales o compañías donde el trabajo por objetivos está ya implementado. Han puesto en práctica aquello para lo que ya estaban preparados pasando de la oficina al hogar. La transición ha sido natural y nada traumática.

Pero existe otro grupo que defiende la fórmula, aquellos profesionales que pueden desarrollar su trabajo por objetivos, y de forma autónoma, algo que los desconfiados no aprobaban pero que la pandemia les obligó a aceptar sin poder oponerse. Sin embargo, en este caso debe mejorarse mucho la implementación real, ya que algunas estructuras directivas siguen sin estar adaptadas a la situación.

El teletrabajo efectivo es más fácil de implementar allí donde la gestión está orientada a la dirección por objetivos, con empleados más independientes y donde la organización asuma el reto de mantener a los empleados arraigados a la misma.

La realidad nos puede obligar a confinamientos totales por lo que las empresas deben prepararse para teletrabajar al 100% en los puestos que sea posible. De momento, el Gobierno ha acordado con sindicatos y Comunidades Autónomas la regulación del teletrabajo para todos los empleados públicos.

La normativa no contemplará el fomento de la formación para los futuros teletrabajadores o las ayudas a la digitalización de las empresas pero como suele suceder las leyes siempre van por detrás de la realidad, en este caso tecnológica.