análisis
No se vayan todavía
Sònia Gelmà
Periodista
Nada más puede pasar, debió pensar Bartomeu. Hasta que su entrenador le dijo al ojo derecho de la afición, Riqui Puig, que no contaba con él. Es la última para un presidente que, ya no se sabe si en señal de locura, sigue sin perder esa sonrisa amable. A fuerza de incendios, la capacidad de asombro del barcelonismo se ha relativizado hasta extremos insospechados. Permítanme que les refresque lo que ha sido el 2020 para este club y, sobre todo, para su directiva.
Decidieron echar a Valverde para traer a Xavi. Xavi les dijo que no. Koeman les dijo que no. Pochettino, un símbolo perico, estuvo sobre la mesa. Finalmente, la rifa cayó en Cantabria. Primer mensaje en instagram del capitán: contra su secretario técnico por implicar al vestuario en la decisión. Se lesionó Dembélé, ficharon al delantero del Leganés. Se destapó el Barçagate. El empleado responsable fue relevado de sus funciones.
Nos confinaron. Segundo mensaje en instagram, en este caso de la plantilla, contra la junta por haberles metido presión en la rebaja salarial. Seis directivos dimitieron en bloque. Uno de ellos, el hasta entonces delfín de Bartomeu, dijo que alguien había metido «la mano en la caja». La junta lo denunció. Nos desconfinaron.
Arthur por Pjanic
Un grupo de socios demandó a la junta por posible corrupción. La auditoría del Barçagate confirmó el fraccionamiento de facturas. Se supo que el empleado responsable, que en su momento había sido apartado, no había dejado de cobrar. Con la Liga en marcha, se intercambió a Arthur por Pjanic para mejorar el balance económico. Se perdió la Liga. El capitán dijo públicamente que desde enero se había hecho todo mal. Vacaciones. Arthur no se presentó a los entrenamientos. 2-8 del Bayern.
El entrenador fue destituido. El secretario técnico dimitió. El presidente avanzó las elecciones, dos meses. Xavi les dijo otra vez que no. Aceptó Koeman. El nuevo entrenador comunicó, por teléfono, al tercer máximo goleador de la historia azulgrana que se buscara equipo. El capitán envió un burofax informado a la junta de que se consideraba libre y que se iba. Se quedó, contra su voluntad. Afirmó que no había proyecto y que el presidente le había engañado. Se supo que los Mossos veían indicios de corrupción en el Barçagate.
Riqui Puig, lo último
Un mes después del cese, el Barça informó a Setién de que no le pagaría lo que reclamaba y que reubicaba a sus ayudantes. El cántabro anunció que los iba a denunciar. El mismo día, se presentaban más de 20.000 firmas de apoyo al voto de censura contra Bartomeu.
Lo último es que Riqui Puig se queda, y que Suárez se va. Pero no se vayan todavía, que el 2020 no ha acabado. Mientras los espectadores no puedan acceder al espectáculo, el Barça se lo lleva a casa.
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