Dos miradas

El carnet del club

Ya que la capacidad de acceso a los espectáculos es restringida, la sola presencia en un evento de este tipo se convierte en una especie de medalla que luces como un privilegio

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Josep Maria Fonalleras

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El tiempo de la pandemia nos hace vivir episodios que no podíamos sospechar. Y no hablo solo de las consecuencias más evidentes, las que sabemos y sufrimos, esta vida rancia tras las mascarillas, la percepción de una pastosa, espesa, flácida existencia, como si habitáramos en el descampado de Vladimir y Estragon mientras esperan, junto a un árbol, que llegue Godot. "¿Qué, vamos?", dice Vladimir al final de la obra. Y Estragon contesta: "Vamos". Y Beckett escribe, entonces, una acotación terrible a la tragedia mortecina: "'Ils ne bougent pas'”. No se mueven.

Hay episodios, pues, inesperados, como el que Íngrid Guardiola describía en el 'Ara' hace unos días: "La neocultura de club de un elitismo rudimentario y circunstancial". El resumen es este: ya que la capacidad de acceso a los espectáculos es restringida, la sola presencia en un evento de este tipo se convierte en una especie de medalla que luces como un privilegio. El carnet del club. Perdemos la posibilidad (porque así está pautado) de compartir "el diálogo fructífero" y somos individuos solos que han visto u oído un directo, acotado, y que luego hacen ostentación de ello. Será, tal vez, una marca del tiempo.