Análisis
Una frágil tregua
Tras una reunión en la que se abogó por el trabajo en común, si Sánchez hablaba de abandonar los reproches, Ayuso insinuaba que la dramática situación sanitaria de la región es culpa del Gobierno
Lo de Madrid, políticamente hablando, es más o menos así: la presidenta de la Comunidad, Isabel Díaz Ayuso, se erigió en abril en el ariete ultraliberal y desacomplejado contra el Gobierno de Pedro Sánchez y contra el mantenimiento del estado de alarma y del confinamiento —lo mismo, por cierto, que su jefe de filas, Pablo Casado—, mientras desde las filas socialistas se está tentando en las últimas semanas a Ciudadanos para presentar una moción de censura contra ella, con el objetivo de arrebatarle al PP el Gobierno autonómico.
Una guerra a muerte política se podría decir, mientras el contagio por el covid-19 en la Comunidad se dispara sin control y con la sensación de que no hay nadie al mando. No, desde luego, el Gobierno madrileño, que ha dado muestras más que evidentes de ineptitud e incompetencia, ni tampoco el Ejecutivo central, que ha preferido dejar que Díaz Ayuso y su equipo mostraran toda su incapacidad. “La estrategia del Gobierno es que Madrid claudique y pida el estado de alarma”, aseguraba el domingo el consejero madrileño de Sanidad, Enrique Ruiz Escudero, al diario 'Abc'. Y ya lo había dicho Díaz Ayuso el viernes, “hay que evitar por todos los medios” la alarma y el confinamiento que, en su opinión, supondrían la muerte económica de la región. Sin llegar tan lejos, otros presidentes de su color político han ido decretando confinamientos parciales o han bajado de fase a municipios, mientras ella optaba por la parálisis total.
Entretodos
Hasta que la situación sanitaria ha llegado demasiado lejos, porque hay puntos de Madrid con un índice de contagios que cuadriplica la media española, y ya hay expertos que recomiendan el confinamiento general. Unos datos preocupantes para los ciudadanos de Madrid, incluido el inquilino de la Moncloa, que ha comprendido que el hecho de que Madrid se haya convertido en el epicentro de la infección en Europa puede suponer un daño irreparable en su imagen internacional.
Esos son los prolegómenos de la reunión de este lunes entre Sánchez y Díaz Ayuso, así que se podría decir que las conclusiones del encuentro son positivas, porque parece que en él se firmó una especie de alto el fuego, con comités de trabajo que asegurarán la acción conjunta de las administraciones para doblegar la curva infecciosa. El trabajo en común puede ser la única garantía de que la frágil tregua se cumple, porque tras la reunión, mientras el presidente del Gobierno hablaba de abandonar los reproches, la presidenta madrileña insinuaba que la dramática situación sanitaria de la región es culpa del Ejecutivo central. Por la ausencia de controles en Barajas, aunque solo el 0,2% de los contagiados provienen del aeropuerto, o por la infradotación de médicos y enfermeras en los centros de atención primaria madrileños, que son de su exclusiva responsabilidad. Por cierto, el imprescindible refuerzo en la asistencia primaria de Madrid sigue en el aire y, sin llegar a la aplicación del artículo 155, como pide la corriente Izquierda Socialista, alguna administración —la autonómica, la central o ambas— debería sin falta poner los medios humanos y materiales necesarios para sacarla del colapso.
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