IDEAS

Bienvenidos de nuevo al teatro

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Josep Maria Pou

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Empezar una nueva temporada es siempre, para las gentes del teatro, el inicio de una carrera cuyo pistoletazo de salida suena como el rugido de un trueno shakespeariano. Un chute cósmico de adrenalina. Las compuertas se abren para que el teatro -agua vivificadora- se desparrame de nuevo, con furia y resoplar de espuma. Solo que este año las aguas bajan turbias.

Y aún así, los teatreros se empeñan en levantar el telón como un acto de fe que no espera, de entrada, más beneficio que el de generar confianza y retomar el abrazo con el público, no solo para reafirmarse en su razón de ser, sino también para recuperar, al calor de ese abrazo, nervio y masa muscular, es decir, productividad, sueldos y puestos de trabajo. Al teatro le basta, de momento, con algo tan sencillo como volver a respirar cada noche a la hora en punto para comprobar que sigue vivo.

Tanto en el escenario como en las butacas prevalece la empatía, la solidaridad, el reconocimiento del otro y el agradecimiento

He podido experimentar ya cómo es hacer una función en esta nueva temporada, cómo es salir a escena y encontrarse con un patio de butacas convertido en una pantalla de Tetris. Algo desestabilizador, de entrada. Porque, a diferencia del famoso juego, aquí sabes seguro que esos huecos no se van a rellenar, por mucha que sea tu habilidad y por larga que sea la partida. Lo admirable es comprobar cómo, aún así, nadie renuncia al juego. Ni los que en el escenario advertimos que las palabras no reverberan como antes, ni los que en las butacas pueden llegar a sentirse solos y aislados. Muy al contrario, en los dos prevalece la empatía, la solidaridad, el reconocimiento del otro y, por encima de todo, el agradecimiento.

Registro, también, nuevas y raras sensaciones: a causa de las mascarillas, las risas me llegan amortiguadas y el silencio es más intenso que nunca. No se oye ni una respiración. Tampoco oigo comentarios, bisbiseos, ni ruido de caramelos. ¡Y ni una sola tos! (Ergo, se puede estar en un teatro sin toser; es evidente). Incluso -milagro de milagros!- parece que los móviles se han quedado sin voz, tan silentes como sus dueños. Solo, aplicando con tino el oído, puedo llegara escuchar el tic tac de muchos corazones, celebrando, felices, el reencuentro. 

Sean, de nuevo, bienvenidos.