Pandemia en la política

Los malos augurios para este año no proceden solo de instituciones privadas o internacionales, como <strong>Funcas</strong>, el Fondo Monterario Internacional (FMI) o la organización que agrupa a los países más industrializados, la OCDE. Ahora es el Banco de España el que ha empeorado las previsiones de caída del producto interior bruto (PIB), es decir, de la riqueza que se genera durante el año después de una campaña turística negra.

Y no solo eso, porque además el instituto emisor prevé que la recuperación será menos vigorosa de lo inicialmente previsto. Volvemos a la cuestión de si nos adentramos en una <strong>crisis</strong> en forma 'V', de 'U', de 'W', de 'L' ... o de 'V' asimétrica (como el símbolo de la raíz cuadrada) que defiende la vicepresidenta económica del Gobierno, Nadia Calviño. En todo caso se da por hecho que, en el mejor de los casos, tardaremos dos años en recuperar el nivel previo a la crisis provocada por el coronavirus.  

Con todos estos elementos, las previsiones para este curso son poco halagüeñas. El otoño se presenta incierto si no oscuro y no precisamente por la meteorología. No sé qué más es necesario que se suceda para que los políticos reaccionen y se dejen de discusiones y pugnas tabernarias absolutamente estériles. Los espectáculos que se producen en el Congreso de los Diputados hacen cada vez menos gracia. Y el deterioro de la situación sanitaria y económica abona el terreno para todos aquellos que defienden recetas mágicas, populistas y, en muchas ocasiones, peligrosamente antidemocráticas. 

Y, para poner la guinda al pastel, en Catalunya contamos con un 'president' adscrito a la interinidad, el simbolismo, la gesticulación, así como a la campaña electoral perpetua en pugna con sus socios del Govern y sus antiguos compañeros del universo posconvergente. Una situación que culminó con el despido fulminante de 'consellers' como la titular de Empresa, Àngels Chacón, de las pocas en el Govern que gestionaba en el mundo real no en el onírico y que era valorada por empresarios y sindicatos.

No parece todo esto lo mejor para afrontar lo que se nos viene encima. La primera prueba de la voluntad de entendimiento son los presupuestos generales del Estado, que se han quedado caducos simplemente porque tienen más de dos años (lo admite incluso su autor, el exministro Cristóbal Montoro). Pero, si nadie lo remedia, durarán probablemente algunas semanas o meses más del 2021. Se diría que el coronavirus ha contagiado el hemiciclo, que ha perdido la conexión con la calle y sus necesidades. La pandemia se ha apoderado de la políca. Quieran o no sus señorías, hacen falta grandes dosis de la vacuna del entendimiento para salir de esta.