NO SOLO FÚTBOL

Las moscas del Barça

Ya no quedan muchas instituciones de presupuesto, notoriedad e influencia, como la que proyecta el escudo blaugrana que puedan gobernarse con tanta opacidad y juanpalomismo

Bartomeu, en el palco del Camp Nou.

Bartomeu, en el palco del Camp Nou. / periodico

Josep Martí Blanch

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Cada uno tiene su Rosebud particular. El mío es el de mi abuelo materno sentado en un sofá desvencijado ante un televisor en blanco y negro tratando de ganarle durante unos segundos la partida a los temblores del Parkinson para conseguir rellenar una pipa cochambrosa con la picadura más barata. La escena se completa con su voz, tan temblorosa como apagada, aliñando el tiempo con su frase preferida: "a quien anda con miel, miel se le pega".

Cada vez que suenan los tambores electorales del Barça la miel del iaio resucita en mi cabeza. E imagino a todos los aspirantes, siempre hombres, ansiosos por meter las zarpas en la colmena azulgrana, no con el aire bonachón de Winnie The Pooh, sino con la glotonería ansiosa de un Gargantúa. En la foto oficial de presidente del Barça mi imaginación siempre añade el brillo pegajoso de la melaza en la comisura de sus labios, e incluso a veces, llevando al límite mi irrespetuosidad, le hago sacar la lengua para relamerse obscenamente y soltar luego algo así como: "!mmmm! ¡miel de romero!".

Presidir el Barça ha de ser como bañarse en una piscina de jalea real. Ya no quedan muchas instituciones de presupuesto, notoriedad e influencia, como la que proyecta el escudo blaugrana que puedan gobernarse con tanta opacidad y juanpalomismo. Ni la política, ni la empresa convencional pueden igualarse en impunidad y cesarismo a la presidencia de un club de futbol. Tampoco el Papado, que es lo que más pueda parecérsele dada la dimensión religiosa del futbol, permite comparaciones, estando como están los movimientos del Santo Padre limitados por la púrpura cardenalicia.

La presidencia, un imán

Ganando las elecciones uno entra bajo palio en la colmena, reserva las mejores celdas para sus amigos, ficha abejorros al precio de abejas reinas y hace, en suma, lo que le da la gana sin que nunca falte la miel. No resulta extraño que ante tanto dulzor la presidencia sea un imán y que sean muchos los que aspiran a sacar la cabeza del rebaño de socios para alzarse con el cargo.

Claro que no hay miel sin hiel. Y los refranes están para cumplirse. No hay presidencia que no acabe como debe, es decir, mal. El palio que acompaña la llegada a la cima siempre muta en garrote del que hay que escapar corriendo. La máxima se cumple indefectiblemente, basta con que la pelota no entre para que cualquier proyecto de gestión institucional y deportiva, coherente o no (el actual no lo es), salte en mil pedazos. En este punto está ahora el presidente Bartomeu, con moción de censura o sin ella.

Pero la vida seguirá y llegará en breve el tiempo de las caras nuevas. Son muchas las que ya aspiran a relamerse con el néctar que produce el club blaugrana. El poeta Samaniego anticipó el perfil de los candidatos a presidir equipos de futbol recreando una fábula sobre las moscas de Esopo: "A un panal de rica miel, dos mil moscas acudieron, que por golosas murieron, presas de patas en él… Así, si bien se examina, los humanos corazones perecen en las prisiones del vicio que las domina". Acudan a él para entender el principio y final de todos los presidentes.