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El banco de la estrella en la Champions
Fainé y Goirigolzarri son dos banqueros entre los que hay química, lo que explica muchas cosas
Joan Tapia
Presidente del Comité Editorial de EL PERIÓDICO.
Joan Tapia
La fusión de CaixaBank y Bankia, que mantendrá el nombre de la primera y el símbolo de la estrella de Miró, es la más importante realizada en España en muchos años. Y tiene gran relevancia. CaixaBank será, de largo, el primer banco por activos en España y el décimo europeo. El banco de la estrella -cuyo origen es la Caixa de Pensions fundada por Francesc Moragas en 1904 con expresa vocación social- entra pues en la Champions de los 10 primeros bancos europeos.
España tiene así -CaixaBank más el Santander y el BBVA, ambos con mas presencia internacional- tres grandes bancos en la Champions con dimensiones más que suficientes para afrontar los actuales tiempos convulsos de los bajos tipos de interés, el aumento de la morosidad y la competencia de las grandes tecnológicas.
La concentración que redujo a dos los famosos siete grandes bancos españoles ha llegado a las cajas de ahorros ya que son 18 las integradas -a través de La Caixa o de Bankia- en la nueva CaixaBank.
Era además la única fusión de envergadura factible ya que la Fundación Bancaria La Caixa tenía un 40% de CaixaBank que ahora pasará al 30%. Por el contrario, en una fusión de Bankia, donde el Estado tiene el 61%, con cualquier otro banco (Santander, BBVA, Sabadell...), el Estado habría sido el primer accionista, lo que no es aceptable en el marco europeo. Hasta el punto de que el 16% del Estado en la nueva CaixaBank tendrá que irse reduciendo por lo pactado con la UE cuando el rescate bancario.
CaixaBank el único gran banco europeo en el que un accionista -y además una fundación- tenga un 30%
CaixaBank será un caso único en la gran banca europea porque la Fundación La Caixa, a través de Criteria, será el accionista de referencia con un 30%, cuando lo normal es que el primer accionista sea un fondo con menos de un 5%. Es lo que pasa en el Deutsche Bank o en el Santander, como ha apuntado con agudeza Miquel Puig.
Que una fundación catalana con vocación social sea el primer y destacado accionista de un banco de la Champions es un hecho relevante que corrige la vieja teoría -consecuencia de demasiadas quiebras bancarias- de la ineptitud financiera de los catalanes.
Todo empezó con la histórica Caixa de Pensions, con poco margen en la economía reglada del franquismo, pero bien implantada y gestionada con rigor. Alguien dijo que era un gran paquidermo dormido. No es exacto porque ya fue la primera entidad española en informatizarse. Y en 1976 su presidente, Narcís de Carreras, decidió darle savia nueva incorporando a José Vilarasau como director general. Luego aterrizaron Ricard Fornesa e Isidre Fainé, también con anterior experiencia empresarial. Y el injerto de directivos innovadores en una gran organización con empleados muy arraigados ha dado resultados notables.
El origen de todo está en la Caixa de Pensions fundada por Francesc Moragas, con vocación social, en 1904
La banca, más dedicada a las empresas, tardó en entrar en el campo de las familias y los particulares en los que La Caixa ya era fuerte a través de las hipotecas. Y Vilarasau y Fainé, dos fuertes personalidades, supieron compensar el riesgo inmobiliario con la toma de participaciones en empresas de servicios sólidas como Telefónica, Repsol, Gas Natural, Autopistas... Y en 1990 absorbió a la Caja de Barcelona, la segunda caja catalana, con lo que adquirió mayor dimensión.
Vilarasau abrió la puerta a la modernidad con, entre otras cosas, la elección de la estrella de Miró como nuevo símbolo, lo que entonces fue una apuesta fuerte. La llegada de Isidre Fainé -con casi 40 años, pero ya con experiencia bancaria- fue un revulsivo comercial. Cuenta la leyenda que empolló las fotos de los 450 delegados de oficinas de entonces y cuando se los cruzaba por los pasillos de la Diagonal les llamaba por el nombre y analizaba (con detalle) la evolución de su pasivo.
La diversificación de inversiones y el mayor dinamismo hicieron que La Caixa pudiera encarar la gran crisis del 2008 con más solvencia que otras cajas. Y encarar así la obligada -por la crisis y las normas europeas- mutación en un banco sin perder personalidad. Ha sido la arquitectura institucional -Fundación, CaixaBank, Criteria y participadas- diseñada por Fainé la que ha permitido algo bastante excepcional. Y mas en la tormenta política catalana.
Hay que añadir que, antes, la Generalitat -tanto la de Pujol como la de los tripartitos de Maragall y Montilla- no cayó en el error de otras CCAA de politizar las cajas y permitir que los partidos tuvieran demasiado poder.
El banco de la estrella es una historia de éxito. Sería absurdo no ponerlo de relieve. Pero Fainé y Goirigolzarri -dos banqueros acreditados y entre los que hay química, lo que explica muchas cosas- saben que hoy el pasado no garantiza nada.
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