Opinión | Editorial

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La crítica situación de la industria musical

Habilitar medidas para que se recupere la actividad es el primer camino para paliar los efectos de la pandemia en un amplio colectivo

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Trabajadores del sector de los espectáculos culturales y de eventos de todo tipo se manifestaron este pasado jueves en 28 ciudades españolas bajo la convocatoria de la plataforma Alerta Roja, de alcance internacional. Engloba este movimiento a la gente que está detrás del escenario, a quienes desempeñan las labores técnicas que permiten levantar conciertos musicales y montajes escénicos. Los efectos devastadores de la pandemia  en el ámbito de la cultura y de otro tipo de eventos les han convertido en una de sus víctimas directas y anónimas. También lo son los músicos que se mueven lejos del reducido grupo de las grandes estrellas y que han sufrido la cancelación de conciertos en directo y festivales por las medidas de prevención para evitar la propagación del covid-19.

En una industria ya de por sí precaria, como sucede con todo el mundo cultural en nuestro país, la pandemia ha agravado las situaciones personales de artistas que a duras penas pueden ganarse la vida con su trabajo, y que acostumbran a tener en la temporada estival su mayor fuente de ingresos en todo el año. Un sector en el que abundan, además, los pagos irregulares, por lo que acogerse al derecho a un subsidio no está al alcande de todo el mundo. EL PERIÓDICO recoge cuatro testimonios de esta encrucijada tan grave que ha llevado, por ejemplo, al rapero y productor Miguel Grimaldo a vender sus aparatos de música para poder pagar el alquiler de su vivienda.

No debería caer en el vacío su grito de alarma y corresponde a las administraciones habilitar medidas para que los efectos de la pandemia se reduzcan en un colectivo que también incluye a los promotores. La principal pasa por intentar recuperar la actividad en la medida de lo posible, y no le falta razón a la cultura cuando se ha sentido agraviada respecto a las restricciones en otros ámbitos. El anuncio de la ‘consellera’ de Cultura, Àngels Ponsa, de ampliar el aforo de los espacios escénicos y musicales hasta el 66-70%, en lugar del 50% actual, es una primera medida para intentar paliar los efectos de la crisis. Pero la solución de fondo pasa por reiterar la necesidad de una dotación presupuestaria para la cultura acorde con la de nuestros vecinos europeos.