Desde el Eixample

Sois unos miserables

La historia de mi amiga es la de demasiadas personas en los últimos meses, presentes fundidos a negro por culpa de la pandemia

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Olga Ruiz

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Son unos miserables, le dije a mi amiga del barrio después de explicarme su historia. Es lo único que se me ocurrió aunque se esperaba algo más, los periodistas siempre acabamos decepcionando. Las frases lapidarias ni dan de comer ni solucionan injusticias.

La historia de mi amiga es la de demasiadas personas en los últimos meses, presentes fundidos a negro por culpa de la pandemia. En casa se han quedado sin ingresos, sin pequeño negocio, sin nada. Sin nada no: con alguna pequeña deuda. La mayoría las tenemos, los sueldos no dan para que se estropee una lavadora antes de tiempo. Cotidianeidades para las que se requiere una economía de equilibrismo.

Da igual la profesión de mi amiga, en los últimos meses ha recorrido el barrio pidiendo trabajo: la frutería de confianza, el bar en el que solía desayunar y hasta la peluquería; nunca es tarde para aprender un oficio cuando la necesidad asfixia. Nada, porque no hay nada. Todo esos negocios luchan por su supervivencia.

Hace una semana, la llamaron de dos ofertas de trabajo a las que se había inscrito en internet.

La primera resultó un timo, le urgieron a enviar una foto de su rostro sosteniendo una fotocopia de su DNI, se apartó a tiempo. Son timadores profesionales que abren cuentas bancarias 'on line', con datos ajenos. Así de miserable.

La segunda es la más cruel forma de explotación moderna, el trabajo consistía en repartir a domicilio paquetes de una multinacional, aunque esta delega la contratación en una ETT.

Resumo la desvergüenza: contrato diario, objetivo inasumible de cien entregas por día para optar a un nuevo día de contrato y una media de 12-13 horas de trabajo por jornada para intentar cumplir ese objetivo. Mi amiga se lo está pensando: los recibos pendientes, llenar la nevera... La nueva necesidad.

Estoy convencida de que me lo contó creyendo que yo podría hacer algo.

A los que sobrevoláis la necesidad ajena como buitres carroñeros: sois unos miserables.

Esto es lo único que puedo hacer, lo siento.