Dos miradas

Manera de vivir

No, no son los inmigrantes o los temporeros el origen de nada, son unas políticas concretas las que propagan la enfermedad

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Emma Riverola

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Todo el mundo lo sabe, a los inmigrantes les encanta vivir hacinados, ser explotados en un trabajo infecto, pasar noches en vela preguntándose cómo van a sobrevivir, rezar al dios que sea para que no se rompa nada este mes, conocer demasiado bien los lotes del banco de alimentos, callarse si son humillados, callarse si son engañados, callarse si caen enfermos… 

Sí, es ese peculiar “modo de vivir” al que se refirió la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, cuando decidió culpabilizar a la inmigración de la subida de contagios en la capital. Nada que no hayamos visto en otros intentos de señalar a los más débiles como el origen de los rebrotes. Una acusación que, además de dar carnaza a la ultraderecha, arrastra un terrible error gramatical. Una penosa equivocación en el sujeto. No, no son los inmigrantes o los temporeros el origen de nada, no es “su manera de vivir”, son unas políticas concretas las que propagan la enfermedad. Una discriminación sistémica que se asienta en unas leyes injustas. Ahora, el virus ha roto la invisibilidad. Y la intemperie de los más vulnerables es la de todos.