Opinión | LIBERTAD CONDICIONAL

Lucia Etxebarria

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El telestudio, la nueva brecha y la sociedad de la desigualdad

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Durante el confinamiento, Rosa se quedó encerrada en un primero interior de 35 metros cuadrados con sus dos hijos: Edu, de 16 años, y Agus, de 12. La primera vez que Edu le pegó, Rosa fue incapaz de darse cuenta de que Edu había entrado en un brote psicótico provocado por cinco factores:

1/ El genético. El padre de Edu está diagnosticado con trastorno bipolar.

2/ Las drogas. Edu consume cannabis desde hace dos años, pero su madre no lo sabe.

3/ La falta de luz solar, que es la responsable del metabolismo de la vitamina D, cuya carencia puede contribuir a la aparición de un brote psicótico.

4/ El estrés. Y 5/ El aislamiento. Ambos, factores que precipitan los brotes psicóticos, según todos los estudios.

Rosa no le contó nada a nadie, porque los estigmas asociados a la enfermedad mental, a las drogas y a la violencia intrafamiliar suelen conducir al silencio de las víctimas.

Este curso, Edu solo asistirá al instituto dos días por semana y solo durante media jornada. El aislamiento, la falta de luz, la carencia de socialización, provocarán en Edu, probablemente, la aparición de una esquizofrenia precoz. Pero eso Rosa no puede anticiparlo. 

"Los alumnos de entornos de exclusión corren el riesgo de desarrollar patologías psiquiátricas"

El sistema de telestudio que se ha impuesto en España divide a los estudiantes, y discrimina a los que provienen de un entorno menos favorecido. 

Los alumnos que tengan una habitación con una buena mesa de estudio, luz solar, ordenador de última generación y conexión wifi de 300 megabites, evidentemente, presentarán ventajas sobre aquellos alumnos que compartan, no ya habitación con sus hermanos, sino piso con otra familia.

Y los alumnos que provienen de entornos de exclusión social corren el riesgo de desarrollar patologías psiquiátricas que se verán agudizadas por el aislamiento.

Porque la función de la escuela o del instituto no es solo la de enseñar contenidos académicos. (Si fuera así, haríamos como en el siglo XIX y los alumnos ricos seguirían estudiando con su tutor privado). Su función también es la de socializar. La de potenciar al máximo el desarrollo integral de los alumnos. La de atender a las diferentes dimensiones del desarrollo: motora, afectiva, cognitiva, comunicativa y social. La de educar a personas completas, en lo académico y en lo social. 

Las prioridades en la apertura de España, tras meses de confinamiento, fueron descorazonadoras: fútbol, playas, terrazas, corridas (de toros) y discotecas. Una verdadera declaración de intenciones, vaya. 

"Un país sin educación es un país sin salud y se convierte rápidamente en violento"

A una semana... ¡a una semana! del comienzo del curso escolar, nuestros políticos decidieron abordar lo que consideraban menos urgente: la educación y la socialización de millones de estudiantes. Y llegó la chapuza.

El sistema de telestudio envía a los alumnos a su casa, incluso a aquellos cuya casa es un primero interior, incluso a aquellos que comparten habitación, incluso a aquellos cuya familia comparte casa con otra familia, incluso a aquellos que no tienen ni ordenador ni wifi.

Y esto es un desastre ahora mismo y a futuro. Porque un país sin educación es un país sin salud. Y se convierte rápidamente en un país violento.

Pero se diría que a los políticos no les interesa la educación.

Porque, como ya dijo Naomi Wolf, una población con una locura mansa es una población manejable.

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