El Gran Teatro de la Independencia
Acudir al desafío vital de la reconstrucción con una Generalitat absorta en representaciones hipnóticas y ajustes de cuentas no augura un futuro esplendoroso
Luis Mauri
Director adjunto
LUIS MAURI
Ahí va esa mujer. Mírenla. Hace diez años, recién emergía del remolino hormonal de la adolescencia. Hoy, es una solvente cardióloga. Primera línea asistencial en una unidad coronaria puntera. Una metamorfosis concienzuda.
Diez años, uno detrás de otro, dan para mucho. Barcelona revolucionó su estructura urbana en menos tiempo aún, apenas ocho. La orgullosa <strong>ciudad olímpica</strong> brotó de una urbe macilenta: áreas de centralidad, infraestructuras, apertura al mar, circunvalación, un lugar reluciente en el mapamundi.
Diez años son una fecunda eternidad. Pero también pueden escurrirse miserablemente entre los dedos. O por el sumidero de la historia.
Al Gobierno catalán, los últimos diez años solo le han dado para recortar hasta el hueso la <strong>sanidad</strong>, la educación y otros servicios públicos que ahora se estremecen bajo las embestidas del <strong>virus</strong>. Dos años le bastaron para la poda (2011-2012). Los ocho restantes se ha entregado en exclusiva al Gran Teatro de la Independencia.
Abstraído el Govern en su electrizante función, las grandes empresas catalanas mudan sus sedes. Caixabank y Bankia cimentan a espaldas de la Generalitat el mayor banco español. En el puerto de Barcelona, grandes navieras (Maersk, Cosco) levan anclas y ponen rumbo a la dársena de Valencia.
Atención a Valencia
Madrid se consolida como la primera economía regional de España tras adelantar a Catalunya en el 2018. Al instante, hierven las lamentaciones y las listas de agravios tradicionales. Pero ya no se trata solo del poderoso campo gravitatorio madrileño. Catalunya crece menos que la media española. Atención a la Comunidad Valenciana: su PIB per cápita aumenta desde el 2017 con más brío que el catalán. Y no hay ministerios ni capitalidad en Valencia; hay déficit fiscal.
Catalunya, como España y gran parte de Europa, está ante el desafío vital de la reconstrucción pospandémica. Bruselas exige proyectos estratégicos adecuados para distribuir un fondo solidario sin precedentes. No habrá una oportunidad igual en muchas décadas. Acudir a este reto con un Govern absorto en representaciones hipnóticas y ajustes de cuentas no augura un futuro esplendoroso.
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