La evolución de las construcciones sociales

La era del cambio

Me encanta que Barcelona se haya convertido en un 'monopoly' de colores lleno de carriles bici y obstáculos varios

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Imma Sust

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Nadie va a negar que estamos en una época de cambio constante. Todo se mueve y evoluciona muy rápido. La gente quiere las cosas para 'ya', pero no está preparada para cambiar su mente o su interior de una forma tan rápida. Nuevos movimientos feministas se están alzando y algunas sabemos bien lo que cuesta cambiar algunas construcciones sociales. Machismo y homofobia inyectada en vena, tan interiorizada, que cuesta de quitar.

Sin ir más lejos, el otro día, Pablo Motos en su programa 'El hormiguero' le preguntó a una niña de 9 años si tenía novio y si le gustaba algún actor como Antonio Banderas. La niña dijo que le gustaba más Blanca Suárez y el  presentador reaccionó preguntándole: «Pero como actriz, ¿no?». Por lo visto, a Pablo le parece más lógico que a una niña de 9 años le guste un actor de 60 años antes que una mujer. Increíble,  ¿no? Pablo Motos no tiene 80 años, tendría que tener la mente más abierta. Trabaja en televisión, está conectado con la actualidad y se supone que está informado. ¿Cómo puede salir eso de su boca? No tiene excusa, la verdad. 

Pero el mundo avanza lentamente. Lento, pero avanza. Y la prueba de ello es que #PabloMotos fue trending topic en Twitter y recibió un montón de criticas. Igual este tipo de cambios, son lentos porque los radicales son más difíciles de asimilar y provocan más rechazo y ansiedad. Algo tan tonto como un cambio de piso, puede llevarte a una depresión si no lo haces de forma adecuada.

De la noche a la mañana

Uno de los cambios que provocan más debate son las obras en las ciudades. Y es lógico. Si amamos nuestra ciudad porque es como nuestra casa, no nos gusta que nos la cambien de la noche a la mañana y sin consultar. Pero eso es así y hay que adaptarse. Barcelona, mi ciudad,  se ha convertido en un 'monopoly' de colores lleno de carriles bici y obstáculos varios. A mí personalmente me encanta, pero entiendo que haya personas a las que les choque el cambio.

Más cambios. Hoy un vecino me comentaba la polémica de las señales de trafico. La Fiscalía General del Estado considera machistas algunas señales donde las mujeres siempre aparecen en una situación de dependencia y subordinación. La niña siempre va detrás y la mujer también. Ya sea para ir al colegio o a una ruta senderista. Luego las personas que conducen coches o tractores siempre son hombres. A algunos no les parece importante. Que prácticamente todas las señales de trafico sean protagonizadas por hombres y que cuando aparezca la mujer, esta siempre se sitúe en segundo plano o llevando un carrito de bebé o de la compra, no les parece relevante. Creen que es un cambio de los que pueden esperar. Me parece un horror y creo que esto hay que arreglarlo ya. «Cuesta mucho dinero», me decía Ferran, el vecino. Claro. Y más caro nos va a costar si no lo cambiamos rápido, le decía yo. El precio que pagaremos será más mental que económico, pero será carísimo. Ya toca olvidar esas señales. Ha pasado el tiempo suficiente. La sociedad está preparada para ver a un hombre llevando un cochecito de bebé.

El ejemplo de la pandemia

La pandemia del covid nos ha enseñado mucho sobre el cambio. ¿Quince días encerrados en casa? Parecía un locura y nos tiramos tres meses. Luego, la mascarilla. Nos reíamos de los chinos y ahora casi todas la llevamos sin rechistar. Si al final nos adaptamos, porque la mayoría de las cosas que nos proponen son muy lógicas. Ha surgido otra polémica que ha abierto un debate interesantísimo pero muy incómodo. En Amazon se pusieron a vender muñecas sexuales infantiles para pedófilos. Hay personas que están de acuerdo en ello. Consideran que el pedófilo, si practica sexo con esa muñeca no se convertirá en pederasta y no violará a niños o niñas. Tampoco deberíamos poder comprar pistolas de juguete o videojuegos donde matamos gente de forma compulsiva. Estoy de acuerdo con lo segundo. Las armas de juguete deberían estar prohibidas. Envían un mensaje muy malo a los niños. 

Pero ese sería un cambio de los lentos, de los que hay que hacer poco a poco. Con mucha educación y cultura. Que los padres ya vean sin que nadie les diga nada, que no está bien comprarle una metralleta a su hijo. Pero de aquí, a que se vendan muñecas infantiles a pedófilos como si fuera su metadona, eso ya me parece más complicado. Lo tendrían que analizar bien psicólogos y sexólogos. Y si así fuera, si sirviera como terapia, en ningún caso se tendría que vender en ninguna tienda o web.

De hecho,  Amazon ya ha retirado el producto.  Normalizar la pedofilia o la pederastia no está bien. Todo evoluciona, todo se mueve, todo cambia. Pero la pederastia siempre será un delito, algo perverso que no podemos permitir. Aquí no hay cambio que valga. El sexo con niños no existe. Se llama abuso infantil. Y a los niños hay que protegerlos. Siempre.